Federico Müggenburg
Tan impactante y sorpresivo como
la renuncia de Benedicto XVI, ha resultado la elección del Cardenal Jorge Mario
Bergoglio S. J., quien asumió el nombre de Francisco en honor del pobrecillo
San Francisco de Asís. El nuevo Papa es jesuita, argentino, es decir
latinoamericano. Apenas repuestos de la gratísima sorpresa se empieza a
reflexionar este Don del Espíritu Santo. Quien no vea este acontecimiento a la
luz de la Fe, seguramente caerá en tópicos convencionales de naturaleza
sociológica y hasta aspectos ridículos como lo que dijo Nicolás Maduro, de la
secta indú Sai Baba: “Chávez movió la
mano para que fuera un Papa de latinoamérica”.
Que sea de Latinoamérica, está
vinculado con la profecía del Venerable Paulo VI, quien oportunamente lo llamó
el Continente de la Esperanza, en dónde hoy reside más de la mitad de los
bautizados católicos. Además Paulo VI, propuso construir la Civilización del
Amor, y la asunción al Papado ocurre en el año de la Fe. Con ello queda
totalmente armonizada la enseñanza de Benedicto XVI sobre las tres virtudes
teologales: Fe, Esperanza y Amor.
Para los “jesuitas disidentes” y
los “franciscanos disidentes” esta es una lección y una oportunidad de
conversión. Señalados como símbolo de esas posturas están el ex jesuita, muerto
hace poco Joseph Comblin, y los jesuitas marxistas Ignacio Ellacuría (+) y Jon
Sobrino y el ex franciscano Leonardo Boff, que predica y publica locuras. El
nuevo Papa es un vigoroso defensor del celibato sacerdotal. Como en su tiempo
Karol Wojtyla, confrontó al régimen comunista ateo en Polonia, Jorge Mario
Bergoglio ha confrontado en su ambigüedad a los señores Kirchner por su
imitación del modelo del llamado “socialismo del siglo XXI” y la implantación
de la “cultura de la muerte”, que sumadas expresan la “dictadura del
relativismo”. Establece como obispo católico un gran contraste con Jerónimo
Podestá, obispo renegado que se casó con su secretaria y fundo una “asociación
de sacerdotes casados”, así como los escándalos de los obispos Juan Carlos Maccarone
y Fernando María Bargalló recientemente, así como el caso de Fernando Lugo de
Paraguay, ahora ya defenestrado como presidente. La lista podría ser más larga.
Está llamado a realizar una
purificación en la Iglesia y a procurar que entre los jesuitas se restauren las
Congregaciones Marianas y las Cofradías del Sagrado Corazón de Jesús, que
fueros demolidas y sustituidas por las llamadas “comunidades eclesiales de
base” que son el origen de la llamada “iglesia popular” inventada por los
progresistas y fuera totalmente desautorizada por Juan Pablo II en el discurso
inaugural de la III Celam de Puebla de los Angeles.
Esta “iglesia popular” se
metamorfoseó en “iglesia autóctona” en San Cristóbal de las Casas y ahora va
galopante hacia una conjetura llamada “espiritualidad post religional”, con
aquellos que habiendo lanzado la “teología de la liberación” hace 40 años han
llegado ahora a la “liberación de la teología”.
La tarea para el nuevo Papa es
muy ardua, pero cuenta con la promesa hecha por Jesús a Pedro en la garantía de
que las fuerzas del infierno no podrán
contra ella. Ha dedicado su pontificado a la Virgen María, Madre de Dios
y de la Iglesia. Sus primeras palabras al salir al balcón de la Basílica de San
Pedro son toda una señal de lo que será su Pontificado:
“¡Hermanos
y hermanas, Buenas noches! Ustedes saben que el deber del Cónclave es dar un
Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al
fin del mundo… pero estamos aquí… les agradezco la acogida. La comunidad
diocesana de Roma tiene a su Obispo. ¡Gracias! Y primero que nada, quisiera
hacer una oración por nuestro Obispo Emérito, Benedicto XVI. Recemos todos
juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie. (Rezó un
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria). Y ahora, comenzamos nuestro camino:
Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma que es la que preside en
la caridad a todas las Iglesias (Enseñado así por el Obispo mártir San
Ignacio de Antioquía) Un camino de
hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos por todo el mundo,
para que haya una gran hermandad. Auguro que este camino de Iglesia, que hoy
comenzaremos y en el que me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea
fructífero para la evangelización de esta ciudad tan bella. Y ahora quisiera
darles la bendición, pero primero, os pido un favor: antes de que el Obispo
bendiga al pueblo, les pido que recen al Señor para que me bendiga. La Oración
del pueblo que pide la bendición para su Obispos. Hagamos en silencio esta
oración de ustedes por mí. (Después de un momento de silencio, impartió la
Bendición Urbi et Orbi) Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por la
acogida. ¡Recen por mí! Nos vemos
pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma.
¡Buenas noches y buen descanso!”
Como se puede apreciar, es todo
un programa de vida. Demos gracias a Dios por este gran beneficio para toda la
Iglesia y para los hombres de buena voluntad.
18MAR13 RS478 www.yoinfluyo.com
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