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domingo, 12 de mayo de 2013

¿Coincidencias o Diosidencias?, El Papa Francisco elevará este domingo a los primeros santos de su pontificado.


Ciudad del Vaticano, Italia.- El Papa Francisco elevará este día a los altares a los primeros santos de su pontificado. A las 9.30 horas, en la Basílica de San Pedro, una misa celebrada por Francisco que canonizará a dos monjas –la mexicana Laura de Santa Caterina da Siena Montoya y Upegui y la colombiana María Guadalupe García Zavala- y, sobre todo, a los llamados 800 mártires de Otranto, con Antonio Primaldo a la cabeza. Unos nuevos santos estos últimos cargados de un especial significado por motivos varios.
Para empezar, porque su historia se encuadra en el contexto bélico entre cristianos y musulmanes que en el siglo XV marcó las relaciones entre Europa y el Imperio Otomano. Corría el año de 1479 cuando con un ejército de unas 150 naves y 15.000 soldados los turcos atacaron la ciudad de Otranto, situada justo en el tacón de la ‘bota’ italiana. Los 6.000 habitantes que entonces tenía esa localidad fueron invitados por los turcos a rendirse y a convertirse a la fe musulmana. Pero según cuentan las crónicas se negaron, por lo que Otranto fue atacada, saqueada y su arzobispo asesinado.
El comandante turco ordenó al día siguiente que todos los hombres de más de 15 años que hubieran sobrevivido al asedio, unos 800 en total, fueran conducidos al campamento otomano. Allí se les invitó de nuevo a apostatar. La respuesta, ofrecida en nombre de todos por un humilde artesano textil llamado Antonio Pezzuella, fue de rechazo absoluto. Dijo que preferían mil veces morir antes que regenar de Cristo y hacerse musulmanes. El comandante turco ordenó entonces que fueran ejecutados todos ellos.
Pero, además, esos 800 martires de Otranto que hoy Francisco hará santos tienen un significado especial para este Papa. Entre otras cosas porque fueron beatificados en 1771 por el Clemente XIV, un pontífice que era franciscano (el Papa actual es el primero en la historia de la Iglesia que ha elegido el nombre de Francisco, en honor a san Francisco de Asís) y que ha pasado a la historia por haber suprimido la compañía de Jesús (la orden a la que pertenece precisamente Jorge Bergoglio).
Pero, sobre todo, fue durante el pontificado del predecesor de Francisco, Benedicto XVI, cuando se decididó que los 800 mártires de Otranto debían de ser canonizados. Y en una fecha que pasará a la historia de manera perenne e imborrable: fue justo el 11 de febrero pasado, en un consistorio que reunió a Benedicto XVI con los miembros del colegio cardenalicio, cuando se dio la bendición final a que esos 800 martires fueran elevados a la categoría de santos.
Con la precisisón de en ese mismo consistorio, nada más llevarse a cabo la votación que dio la definitiva luz verde a su canonización, fue cuando Benedicto XVi anunció por sorpresa, en latín, su decisión histórica de dimitir como Papa.
A raíz de su renuncia se convocó un cónclave, que elegió como nuevo Pontífice al argentino Jorge Bergoglio. Y hoy el círculo se cierra: Francisco canonizará a esos 800 mártires de Otranto, los últimos santos de Benedicto XVI y los primeros de su pontificado.

lunes, 21 de enero de 2013

La Santa Misa


A la hora de tu muerte, tu mayor consolación serán las Misas que durante tu vida oíste.
Cada Misa que oíste te acompañará al Tribunal Divino y abogará para que alcances perdón.
Con cada misa puedes disminuir el castigo temporal que debes por tus pecados, en proporción con el fervor que la oigas.
Con la asistencia devota a la Santa Misa, rindes el mayor homenaje a la Humanidad Santísima de Nuestro Señor.
La Santa Misa bien oída suple tus mayores negligencias y omisiones.
Por la Santa Misa bien oída se te perdonan todos los pecados veniales que estás resuelto a evitar, y muchos otros de que ni siquiera te acuerdas, Por ella pierde también el demonio sobre ti.
Ofreces el mayor consuelo a las ánimas benditas del Purgatorio.
Una Misa oída mientras vives, te aprovechará mucho más que muchas que ofrezcan por ti después de tu muerte.
Te libras de muchos peligros y desgracias, en los cuales quizá caerías si no fuera por la Santa Misa. Acuérdate también de que con ella acortarás tu purgatorio.
Con cada Misa aumentas tus grados de gloria en el cielo. En ella recibes la bendición del sacerdote, porque Dios ratifica en el Cielo.
Durante la Misa te arrodillas en medio de una multitud de ángeles que asisten invisiblemente al Santo Sacrificio con suma reverencia.
Consigues bendiciones en tus negocios y asuntos temporales.
Cuando oímos Misa en honor e algún Santo en Particular, dando a Dios gracias por los favores pedidos a ese Santo, no podemos menos que ganarnos su protección y especial amor, por el primer gozo y felicidad que de nuestra buena obra se le sigue.
Todos los días que oímos Misa estaría bien que además de las otras intenciones, tuviéramos la de honrar el Santo del día.

IMPRIMATUR: 
JUAN J. CLENNON
Arzobispo de St. Louis.