lunes, 8 de septiembre de 2008



Las distintas marchas que se llevaron acabo el fin de semana dejan sentir el clamor de la ciudadanía hacia el ambiente que se vive, con respecto al clima de violencia que se hay en el pais.

Esta no fue una protesta solo contra la inseguridad, fue tambien contra la impunidad, contra autoridades que no hacen nada, que tienen miedo o que estan coludidos, contra la impunidad que como cáncer invade las entrañas de nuesta sociedad.

La foto muestra parte de la protesta en Monterrey.

domingo, 24 de agosto de 2008

Pena de Muerte ¿y los errores que se cometen?

El sistema judicial mexicano adolece de fallas gravísimas y nuestro sistema investigador, el que integra las averiguaciones para proporcionar a los jueces los elementos de juicio para tomar decisiones y sancionar a los responsables de los delitos, aún más.



Quienes tenemos la oportunidad de observar las famosas series televisivas de Estados Unidos –CSI Miami, Law & Order, Bone y otras- y algunos programas de investigación realizados por Discovery Channel, nos damos cuenta que en México las técnicas de investigación están en pañales.



No son inventos de la televisión, no se trata de ciencia ficción. Es una realidad. Los laboratorios, el equipo y los investigadores están plenamente capacitados para, a partir de una huella, un cabello, el tinte de alguna prenda o pintura, descubrir a o los responsables del delito cometido.



Aún y con todo esto, en Estados Unidos se han topado con que asesinos o altamente sospechosos han resultado absueltos a partir de la ación de la escena del crimen.



Ejemplos hay muchos, pero quizá el más sonado sea el de O. J. Simpson.



En nuestro país, las cosas están peor. Nuestros policías investigadores lo primero que hacen es ar la escena del crimen.



Pasan sobre las huellas del delincuente, an el entorno y hasta se han dado casos de rapiña. Lejos estamos de tener la capacidad técnica y la preparación humana de seguir una investigación de buena forma.



En muchas ocasiones, se han presentado errores muy graves gracias a los cuales han sido procesados seres humanos que, al final de cuentas, resultan inocentes del delito que les atribuyen.



Hace poco, la policía en Nuevo León detuvo a un delincuente sospechoso de un robo. Al interrogarlo, no sabía de qué se trata y a la clásica “Lo sabemos todo, desembucha”, “ya te delataron”, el hombre empezó a declararse culpable de dos homicidios.



Desconocemos la “técnica” que utilizaron los “investigadores”, pero resultó al final cierto que el sospechoso resultó el asesino de una persona siete años antes y por el cuál estaba en la cárcel otro sujeto que siempre se declaró inocente y sólo tuvo la desgracia de haber visitado la casa horas antes.



¿Cómo le recompensó el sistema judicial esos 7 años a quien resultó inocente? Sólo le pidieron disculpas. En la cárcel, probablemente aprendió algunas malas mañas y si la mayoría de la gente le niega trabajo por sus “antecedentes” y se ve obligado a robar ¿le abonarán los siete años perdidos dentro del sistema penitenciario? Por supuesto, esto no es posible.



Este tema es interesante ante toda la polémica desatada en torno al asesinato del joven Martí. A todos nos indigna. Quienes somos padres y quienes no lo son, sufrimos en parte el dolor de los padres de ese joven.



No importa si se apellida Martí, González, Martínez o Pérez. Es tan indignante y repugnante lo que le pasó a ese joven, como al niño Fernandito que en Monterrey también murió en manos de secuestradores o lo de las mujeres en Juárez.



Toda esta descomposición está mal y deben tomarse medidas drásticas para reducir a bajos niveles –aunque lo ideal es desaparecerla- la inseguridad. Sí, debe destrabarse el embudo que existe entre los legisladores para aprobar el endurecimiento de las penas tal como lo propuso el Presidente Felipe Calderón.



Pero ¡cuidado! Proponer la pena de muerte sería un error mientras exista la mínima posibilidad de que se cometan errores durante las investigaciones.



Aplicar una inyección letal o cualquier otro método para quitar la vida a un asesino daría alivio, probablemente, a quienes le sobrevivan, incluso también a gran parte de la sociedad.



Pero qué va a pasar, dos, tres o siete años después que se descubra al verdadero asesino, como ocurrió hace poco en Monterrey. Entonces, los asesinos serían los jueces, los investigadores y nosotros mismos.

Esta es otra optica

viernes, 25 de julio de 2008

Aumento en el consumo de drogas entre menores en Monterrey

Saúl entró con sus amigos a un bar del Barrio Antiguo, ocuparon una mesa bien ubicada para tener una visión completa del lugar y pidieron sus “drinks”. A los pocos minutos, se dirige hacia la barra, solicita información y acompaña a uno de los empleados hacia un privado.

Por cinco minutos, la ausencia de Saúl no les pareció extraña a sus compañeros de noche, como tampoco se les hizo extraño el comportamiento efusivo de su compañero cuando regresó a la mesa.

Cada noche, todos los días, en la inmensa mayoría de los antros o bares de los municipios conurbados, esta escena se repite. Despachos “privados” o en los baños donde cualquier cliente pude tener acceso a pastillas psicotrópicas, grapas u otro tipo de droga.

Para nadie es extraño. Todos conocen el sistema, aunque no hayan accedido a él. Saben que se venden, muchos las consumen, otros simplemente saben que existen pero no quieren complicarse la vida.

Lo extraño del caso es que el “desfile” de policías uniformados o ministeriales cada fin de semana en los antros es sólo para “ver que todo esté en orden”. Se reportan con los encargados de los establecimientos pero ninguno, absolutamente ninguno, se “entera” de que se venden drogas. Sólo los consumidores.

Pero ahí están.

Las estadísticas de este problema social son alarmantes. De acuerdo a la última Encuesta de Consumo de Alcohol, Tabaco y Drogas elaborada por la Organización de las Naciones Unidas –ONU-, en los últimos 5 años el consumo entre los jóvenes entre 12 y 18 años de edad se duplicó entre los hombres y se triplicó entre las mujeres.

La organización local Unidos en la Prevención de Adicciones reporta, según publicado por el periódico El Norte, que 2 de cada 10 estudiantes de secundaria consumen drogas.

El Consejo Estatal contra las Adicciones revela indicadores alarmantes. En el año 2000 se atendía –que no son todos los que se drogan- a un 0.5 por ciento de los jóvenes nuevoleoneses. La cifra creció a 0.5 en el 2001, 3 por ciento en el 2002 y 3.5 por ciento en el 2004.

El inicio del consumo de drogas se reporta, según los mismos afectados, entre grupos de 10 Y 14 años y de 15 a 19.

Hace 5 años, de acuerdo a informes del Consejo, el 27.7 por ciento de los jóvenes habían consumido drogas y habían iniciado en ello desde los 10 a 14 años de edad. En este año, se revela que la cifra se incrementó a 47 por ciento de jóvenes.

Una encuesta elaborada por el Departamento de Investigación de El Norte, amplía cifras reveladoras.

5 de cada 10 universitarios conoce a alguien que se droga.

Sólo 6 por ciento de ellos admite consumir drogas.

Esta lacra social cobra cada día más vidas. La responsabilidad recae en todos. Padres de Familia, cuya comunicación con los hijos debe mejorar; medios de comunicación, que deben revelar con crudeza las consecuencias del consumo de drogas; antros, bares y cantinas, cuyos propietarios deben establecer un código de ética para no permitir el ingreso de menores de edad y evitar que dentro se venda droga; autoridades que, sabiendo dónde se vende –como lo saben cientos de jóvenes- no lo impide.

jueves, 24 de julio de 2008

Cañon de Ballesteros desde Monterrey



Monterrey y su area metropoñitana












lunes, 21 de julio de 2008

Monterrey

















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