lunes, 6 de octubre de 2014

Imperdibles consejos del Padre Pío sobre como tratar al ángel de la guarda y las locuciones interiores

Haciendo uso de su experiencia. El Padre Pío experimentó en su vida encuentros con ángeles y llegó a conocerlos bien. Y también recibió locuciones interiores que tuvo que discernir de quien venían y como tenía que actuar respecto a ellas. padre pio En una carta que escribió el 15 de julio de 1913 a Annita, le da, y nos da, una serie de invalorables consejos sobre cómo actuar con respecto al ángel de la guarda, a las locuciones y a la oración. Querida hija de Jesús, Que tu corazón siempre sea el templo de la Santísima Trinidad, que Jesús aumente en tu alma el ardor de su amor y que él siempre te sonría como a todas las almas que él ama. Que María Santísima te sonría durante todos los acontecimientos de tu vida, y abundantemente sustituya a la madre terrenal que te falta. Que tu buen ángel de la guarda vele siempre sobre ti, que pueda ser tu guía en el camino escabroso de la vida. Que siempre te mantenga en la gracia de Jesús y te sostenga con sus manos para que no puedas tropezar en una piedra. Que te proteja bajo sus alas de todas las trampas del mundo, del demonio y la carne. Tienes gran devoción, Annita, a este ángel bueno; ¡Qué consolador es saber que cerca de nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni por un instante, ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar. Y este espíritu celestial nos guía y protege como un amigo, un hermano. Pero es muy consolador saber que éste ángel ora sin cesar por nosotros, ofrece a Dios todas nuestras buenas acciones, nuestros pensamientos, nuestros deseos, si son puros. Por el amor de Dios, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente, siempre dispuesto a escucharnos y listo para consolarnos. ¡Oh deliciosa intimidad!, ¡Oh deliciosa compañía! ¡Si tan sólo pudiéramos comprenderlo! Mantenlo siempre presente en el ojo de tu mente. A menudo recuerda la presencia de este ángel, dale las gracias, órale a él, siempre mantén la buena compañía. Ábrete tu misma a él y confíale tu sufrimiento a él. Ten un miedo constante de ofender la pureza de su mirada. Sabe esto y mantenlo bien impreso en tu mente. Él es muy delicado, muy sensible. Dirígete a él en momentos de suprema angustia y experimentarás su ayuda benéfica. Nunca digas que estás sola en la batalla contra tus enemigos. Nunca digas que no tienes a nadie a quien puedas abrirte y confiar. Harías para este mensajero celestial una grave equivocación. Por lo que respecta a las locuciones interiores, no te preocupes, pero ten calma. Lo que se debe evitar es que tu corazón se una a estas locuciones. No les des demasiada importancia a ellas, demuestra que eres indiferente. Ni desprecies tu amor, ni el tiempo para esas cosas. Siempre da respuesta a estas voces: “Jesús, si eres tú el que está hablandome, dejame ver los hechos y las consecuencias de tus palabras, es decir, la virtud santa en mí”. Humíllate delante del Señor y confía en él, gasta tus energías por la gracia divina, en la práctica de las virtudes, y luego deja que la gracia obre en ti como Dios quiera. Es la virtud la que santifica el alma y no los fenómenos sobrenaturales. Y no te confundas a ti misma tratando de entender qué locuciones vienen de Dios. Si Dios es su autor, uno de los signos principales es que en cuanto escuchas esas voces, llenan tu alma con miedo y confusión, pero después, te dejan una paz divina. Por el contrario, cuando el autor de las locuciones interiores es el diablo, comienzan con una falsa seguridad, seguido de agitación y un malestar indescriptible. No dudo en absoluto de que Dios es el autor de las locuciones, pero hay que ser muy cauteloso porque muchas veces, el enemigo mezcla una gran cantidad de su propio trabajo a través de ellas. Pero esto no te debe asustar, éste es el juicio al que fueron sometidos, incluso los más grandes santos y las almas más ilustradas, y que fueron aceptables al Señor. Debes sencillamente tener cuidado de no creer en estas locuciones con demasiada facilidad, sobre todo cuando ellas se relacionen en cómo debes comportarte y lo que debes hacer. Debes recibirlas y enviarlas a juicio de quien te dirige. A continuación, debes resignarte a su decisión. Por lo tanto lo mejor es recibir las locuciones con mucha cautela e indiferencia constante. Compórtate de esta manera y todo va a aumentar tu mérito ante el Señor. No te preocupes de tu vida espiritual; Jesús te ama mucho, y trata de corresponder a su amor, siempre avanzando en santidad delante de Dios y de los hombres. Ora vocalmente también, que aún no ha llegado el momento de dejar estas oraciones, y con paciencia y humildad soporta las dificultades que experimentas en hacer esto. Que estés pronta también a someterte a las distracciones y la aridez, y no debes, de ninguna manera, abandonar la oración y la meditación. Es el Señor que quiere tratarte de esta manera para tu provecho espiritual. Perdóname si termino aquí. Sólo Dios sabe lo mucho que me cuesta escribir esta carta. Estoy muy enfermo, reza mucho para que el Señor pueda desear librarme de este cuerpo pronto. Te bendigo junto con la excelente Francesca. Que puedas vivir y morir en los brazos de Jesús. F. Pio Fuentes: Te Deum, Signos de estos Tiempos y http://juventutem-argentina.blogspot.mx/2014/10/imperdibles-consejos-del-padre-pio.html

viernes, 5 de septiembre de 2014

Cualidades del cuerpo glorioso.

Para el conocimiento de los temas referidos a la escatología,al conocimiento de todo lo relativo al más allá, es decir, a saber qué es lo que nos espera, disponemos de muy pocos datos revelados por el Señor, bien sea por medio de las revelaciones evangélicas, que son revelaciones de carácter público, o por medio de revelaciones de carácter privado hechas por el Señor a determinadas personas que generalmente, hoy en día están canonizadas. El ser humano, como sabemos, está formado por un “todo” de carne y espíritu. El espíritu o alma humana es inmortal, y cuando abandonemos este mundo, el alma nuestra alma, no fenecerá y más tarde, en la Parusia, ella se unirá al cuerpo resucitado, para volver a formar ese “todo”, que es la persona humana. El Señor nos dejó dicho: “Yo soy la resurrección y la Vida; el que cree en Mi, aun cuando hubiese muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en Mi, no morirá para siempre”. (Jn 11, 25). Y también que: “… llegará la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán; los que hicieron el bien resucitarán para la vida, y los que hicieron el mal resucitarán para la condenación”. (Jn 5,28-29). Lo que resulta pues incuestionable, es la llamada “resurrección de la carne”, pues si esta no se efectuase, la muerte no habría sido vencida para todos nosotros, sino solo para el Señor y su Madre, que ya gozan de un cuerpo glorioso. La cuestión o pregunta que nos hacemos es: ¿Cómo será ese nuevo cuerpo que obtengamos? ¿Será el mismo exactamente? ¿Qué cualidades tendrá? San Pablo en la primera epístola a los Corintios, nos dice, que: “… se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida. Más no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural; luego, lo espiritual. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo. Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes”. (1Co 15,43-48). La resurrección no es la recuperación del cuerpo abandonado por el alma, ni tampoco la continuación de la vida anterior, sino el principio de una vida nueva. El error de los ilustrados saduceos, consistía en que no podían imaginar la resurrección, más que como la restauración de la vida corporal interrumpida por la muerte. Cristo les dice que el cuerpo resucitado y el antiguo cuerpo existen de maneras distintas. Ser resucitado no significa, por tanto, continuar o reanudar sin fin, para siempre la existencia terrena. Con su inagotable fuerza creadora, Dios resucitará a los hombres con otro cuerpo distinto e imposible de describir con los medios de nuestro conocimiento actual. Entre la existencia terrena y la existencia del resucitado hay, sin duda, una relación, pero a la vez se extiende entre ambas formas de existencia un abismo imposible de traspasar con las fuerzas humanas. La resurrección de nuestro cuerpo será hecha en la medida que sea necesaria, para que el nuevo cuero, el cuerpo glorioso, sea capaz de soportar la gloria del alma, por lo que exactamente nuestro cuerpo glorioso no será igual al que actualmente tenemos. El alma ya invadida del fuego del Amor a Dios que ha recibido de la contemplación de la Luz divina, necesita de otro soporte, de otra vasija, de otro cuerpo apto para soportar nuestra alma transformada, por este Amor divino que habrá recibido, porque tal como nos dice el teólogo dominico Royo Marín: Mil veces por encima de la gloria del cuerpo, está la gloria del alma. El alma vale mucho más que el cuerpo. Acá en la tierra, el mundo, el demonio y la carne no nos lo dejan ver. En el otro mundo veremos todo con toda claridad. El cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, escribía: “Ante todo, no es necesaria la misma materia para que el cuerpo pueda ser considerado el mismo”, y ha hecho notar que toda la Tradición eclesiástica (doctrinal y litúrgica) impone, como limitación, que el cuerpo resucitado debe incluir las “reliquias” del antiguo cuerpo terreno si todavía, al realizarse la resurrección, existen en cuanto tales”. En otras palabras, el dogma de la resurrección implica una transformación del cuerpo: de forma que siendo el mismo, no será exactamente el mismo. El magisterio de la Iglesia ha insistido fuertemente en la identidad del cuerpo resucitado, pero no ha explicado, que se requiere para que el cuerpo resucitado sea numéricamente el mismo. Este tema puede tener su importancia en relación a las incineraciones, tan de moda últimamente, pero a las cuales la Iglesia no se ha opuesto. En todo caso, sobre las propiedades o cualidades de un cuerpo humano glorificado, poco nos dicen las Escrituras y la escatología. Ambas se apoyan en la similitud no identidad, que el cuerpo humano glorificado tendrá con el de Cristo. El cuerpo glorioso del resucitado, ya no estará esclavizado a las leyes del espacio y del tiempo, aunque al igual que el de Cristo quedará unido de algún modo al espacio y al tiempo. San Pablo, en la epístola a los Corintios enumera como propiedades del cuerpo resucitado: Está dotado de perennidad, fuerza y gloria, es decir, inmortalidad, ya que al igual que los ángeles estarán dotados de vida inmortal, y carecerán de la angustia de morir. Fuerza o fortaleza, porque según San Pablo, esta es una característica de toda actuación de Dios. El hecho de que la atribuya al cuerpo resucitado significa que ese cuerpo está lleno del omnipotente fuego del amor divino y de la validez de la verdad celestial. El cuerpo resucitado será además glorioso y bello. La gloria es, según las Escrituras, una propiedad de Dios y de Cristo resucitado. Sobre el cuerpo resucitado se extiende también la gloria de Cristo El cuerpo glorioso pertenecerá a la vida celestial y no a la terrestre. Estará lleno del esplendor que vieron los apóstoles cuando se les apareció el Señor glorificado, o la claridad de la llamada “luz tabórica”, que vieron los tres discípulos, en la cumbre del monte Tabor. También se hace referencia en las Escrituras, a esta luz en el Éxodo, cuando nos relata el velo que se ponía Moisés en el rostro, en sus visitas a la tiende del encuentro en el Sinaí. Es esta una abundancia y plenitud de luz que los ojos humanos no pueden resistir ya que como dicen las escrituras: Los justos lucirán como soles (Mt 13,14). De acuerdo con la doctrina tradicional, los cuerpos resucitados y gloriosos estarán tan empapados por el alma que gozarán de muchas cualidades espirituales similares a las que tuvo el cuerpo resucitado del Señor. Las cuatro propiedades tradicionales, serán pues resumiendo: Impasibilidad, ya no sufren dolores ni muerte. Agilidad, para ir donde el alma desee. Sutileza, capaces de atravesar cuerpos materiales. Claridad, serán brillantes, con una belleza radiante de esplendor que variará según la santidad que cada uno alcanzó en esta vida. En cuanto a los cuerpos de los condenados, también estos resucitarán y tendrán propiedades diferentes de los cuerpos actuales. Pero no serán glorificados. Por ejemplo, serán inmortales pero sufrirán dolores y carecerán de esplendor. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga. fuente http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=4109&mes=8&ano=2012

lunes, 1 de septiembre de 2014

(281) Liturgia –17. Eucaristía, 12. La comunión (c), frecuencia conveniente y efectos

–Este tema es sin duda más gordo que los otros que ha tratado sobre la comunión. –Bueno, casi mejor digamos que es más importante, más grave y transcendente. –La frecuencia de la comunión, actitudes diversas durante siglos En la antigüedad cristiana, sobre todo en los siglos III y IV, hay numerosas huellas documentales que hacen pensar en la normalidad de la comunión diaria. Los fieles cristianos más piadosos, respondiendo sencillamente a la voluntad expresada por Cristo, «tomad y comed, tomad y bebed», veían en la comunión sacramental el modo normal de consumar su participación en el sacrificio eucarístico. Sólo los catecúmenos o los pecadores sujetos a disciplina penitencial se veían privados de ella. Pronto, sin embargo, incluso en el monacato naciente, este criterio tradicional se debilita en la práctica o se pone en duda por diversas causas. La doctrina de San Agustín y de Santo Tomás podrán mostrarnos autorizadamente esta diversidad de prácticas. Santo Tomás (+1274), tan respetuoso siempre con la tradición patrística y conciliar, examina la licitud de la comunión diaria, adivirtiendo que, por parte del sacramento, es claro que «es conveniente recibirlo todos los días, para recibir a diario su fruto». En cambio, por parte de quienes comulgan, «no es conveniente a todos acercarse diariamente al sacramento, sino sólo las veces que se encuentren preparados para ello. Conforme a esto se lee [en Genadio de Marsella, +500]: “ni alabo ni critico el recibir todos los días la comunión eucarística”» (STh III,80,10). Y en ese mismo texto Santo Tomás precisa mejor su pensamiento sobre la frecuencia de la comunión: «El amor enciende en nosotros el deseo de recibirlo, y del temor nace la humildad de reverenciarlo. Las dos cosas, tomarlo a diario y abstenerse alguna vez, son indicios de reverencia hacia la eucaristía. Por eso dice San Agustín [+430]: “cada uno obre en esto según le dicte su fe piadosamente; pues no altercaron Zaqueo y el Centurión por recibir uno, gozoso, al Señor, y por decir el otro: “no soy digno de que entres bajo mi techo”. Los dos glorificaron al Salvador, aunque no de una misma manera. Con todo, el amor y la esperanza, a los que siempre nos invita la Escritura, son preferibles al temor. Por eso, al decir Pedro “apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador”, responde Jesús: “no temas”» (ib. ad 3m). –Durante muchos siglos la comunión fue infrecuente Prevaleció en la Iglesia durante mucho tiempo, incluso en los ambientes más fervorosos, la comunión poco frecuente, practicada sólo en algunas fiestas señaladas del Año litúrgico. O la comunión mensual o semanal, siempre con el permiso del confesor, y normalmente precedida por el sacramento de la penitencia. Recordemos un ejemplo. Bien conocemos la inmensa devoción de Santa Clara de Asís a la Eucaristía (1193-1993). La tradición iconográfica nos la representa siempre con la Custodia en la mano. Pues bien, en la llamada Regla propia de Santa Clara se establece que las hermanas «se confiesen al menos doce veces al año, con permiso de la abadesa… y comulguen siete veces; a saber: el día del nacimiento del Señor, el Jueves Santo, el día de la Resurrección del Señor, el de Pentecostés, el de la Asunción de la bienaventurada Virgen [siglos antes de su declaración como dogma], en la fiesta de San Francisco, y en la de Todos los Santos» (Regla III,12-14). Normas como ésta fueron vigentes durante siglos, de un modo u otro, en religiosos y laicos. Nos hacen comprobar, por otra parte, que la confesión frecuente se generalizó entre los más fieles cristianos mucho antes que la comunión frecuente. La tendencia a demorar mucho las comuniones eucarísticas se acentuó aún más, hasta el error, con el jansenismo. Por eso, sin duda, uno de los actos más valiosos realizados por el Magisterio pontificio en la historia de la Iglesia es el decreto de San Pío X Sacra Tridentina Synodus (20-XII-1905). –San Pío X recomienda en él la comunión frecuente y aun diaria, bajo determinadas condiciones, unificando así antiguas y venerables tradiciones, aunque nunca unánimes y universales, y saliendo en contra al mismo tiempo en contra del rigorismo jansenista. Resumo el decreto. «El deseo de Jesucristo y de la Iglesia de que todos los fieles se acerquen diariamente al sagrado convite se cifra principalmente en que los fieles, unidos con Dios por medio del sacramento, tomen de ahí fuerza para reprimir la concupiscencia, para borrar las culpas leves que diariamente ocurren, y para precaver los pecados graves a que la fragilidad humana está expuesta; pero no principalmente para mirar por el honor y reverencia del Señor, ni para que ello sea paga o premio de las virtudes de quienes comulgan. De ahí que el santo Concilio de Trento llama a la eucaristía “antídoto con que nos libramos de las culpas cotidianas y nos preservamos de los pecados mortales"». Según esto: «1. La comunión frecuente y cotidiana… esté permitida a todos los fieles de Cristo de cualquier orden y condición, de suerte que a nadie se le puede impedir, con tal que esté en estado de gracia y se acerque a la sagrada mesa con recta y piadosa intención. «2. La recta intención consiste en que quien se acerca a la sagrada mesa no lo haga por rutina, por vanidad o por respetos humanos, sino para cumplir la voluntad de Dios, unirse más estrechamente con Él por la caridad, y remediar las propias flaquezas y defectos con esa divina medicina. «3. Aun cuando conviene sobremanera que quienes reciben frecuente y hasta diariamente la comunión estén libres de pecados veniales, por lo menos de los plenamente deliberados, y del apego a ellos, basta sin embargo que no tengan culpas mortales, con propósito de no pecar más en adelante… «4. Ha de procurarse que a la sagrada comunión preceda una diligente preparación y le siga la conveniente acción de gracias, según las fuerzas, condición y deberes de cada uno. «5. Debe pedirse consejo al confesor. Procuren, sin embargo, los confesores no apartar a nadie de la comunión frecuente o cotidiana, con tal que se halle en estado de gracia y se acerque con rectitud de intención» (Denz 3375-3383). Comentario al decreto de San Pío X Adviértase que, al considerar la cuestión, San Pío X, con lucidez de Papa y de Santo, indica ante todo «el deseo de Jesucristo» de unirse a los fieles con frecuencia en ese abrazo inefable de la comunión eucarística… Eso es lo más importante… ¿Cómo no salir a su encuentro para consumar frecuentemente esa perfecta unión eucarística deseada por nuestro Señor y Salvador? 1 y 2.- Basta el estado de gracia y la recta intención para comulgar con frecuencia. La recta intención, descrita por el Papa con precisión, excluye la rutina, la vanidad, los respetos humanos. 3.- Esta condición tercera muy frecuentemente es ignorada y es desobedecida. Ignorada porque no se predica, y desobedecida porque entre los que comulgan con frecuencia muchos no están «libres de pecados veniales, por lo menos de los plenamente deliberados, y del apego a ellos». Es decir, son comulgantes que se acogen a un permiso dado por el Papa sin cumplir, y sin tener siquiera intención de cumplir, una condición que él indica como «sobremanera conveniente». Obraban bien –y obran bien– aquellos confesores y directores espirituales que no autorizaban o aconsejaban la comunión frecuente a los fieles en los que veían apegos desordenados no combatidos, sino admitidos con clara y habitual conciencia; costumbres malas –aunque no se trate de materias graves– auto-consentidas sin combate espiritual suficiente; es decir, a los fieles en los que no hay ciertamente una voluntad real de ir adelante en el camino de la santidad. A esta exigencia 3ª, propia del amor verdadero al Señor, enseñada por el Papa, añadía él mismo esta consideración: aunque «basta sin embargo que no tengan culpas mortales, con propósito de no pecar más en adelante». Con propósito de no pecar más adelante… ¿Existe ese propósito? El comulgante y su consejero espiritual deberán discernirlo. 4.- También este requisito es muy frecuentemente omitido: tanto la preparación para la comunión como la acción de gracias en no pocos casos son prácticamente inexistentes. 5.- La exigencia del «consejo del confesor» es una condición hoy prácticamente inaplicable, y no sólo por la grave falta de sacerdotes confesores, sino porque la mayoría de éstos –quizá– ignoran las condiciones señaladas en la Sacra Trydentina Synodus para hacer recomendable la comunión frecuente. Según este análisis somero, puede estimarse que el Decreto de San Pío X ha tenido un doble efecto –como ocurre con todas las normas de la Iglesia, cuando no se aplican bien, según su letra y su espíritu–. Ha tenido efectos positivos y otros negativos. Ha sido causa de inmensos beneficios para el pueblo cristiano esa recomendación de la comunión frecuente. Pero también ha sido ocasión de innumerables abusos; pérdida de veneración por la comunión eucarística; comuniones masivas en las comunidades cristianas –por ejemplo, con ocasión de bodas o primeras comuniones–, en las que quizá muchos de los comulgantes no están en gracia de Dios, y probablemente no se han acercado al sacramento de la penitencia durante años. San Pablo habla claramente sobre la posibilidad de comuniones indignas: «Quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que sin discernir come y bebe el cuerpo del Señor, se come y bebe su propia condenación. Por esto hay entre vosotros muchos flacos y débiles, y muchos muertos» (1Cor 11,27-29). Atribuye el Apóstol los peores males de la comunidad cristiana de Corinto a un uso abusivo de la comunión eucarística… Esto ha de llevarnos hoy a considerar de nuevo con toda atención el tema de la disposición espiritual que es conveniente para la comunión, y especialmente para la comunión frecuente. Parece claro que en la grave cuestión de la comunión frecuente, la tentación más grave de error es hoy la actitud laxista, y no el rigorismo jansenista, siendo una y otro graves errores. Pero en todo caso, entre ambos extremos de error, la doctrina de la Iglesia católica, tal como está expresada en el decreto de San Pío X, permanece vigente. Hoy «la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días» (Catecismo 1389). Y lo recomienda, insisto, según las condiciones sabiamente enseñadas por el santo Papa Pío X. –La oración en silencio después de comulgar La práctica devocional de la Iglesia ha dado siempre una importancia muy notable al tiempo de oración después de la comunión. Muchos santos ha recibido gracias muy especiales, a veces decisivas para su vida, en la oración posterior a la comunión. Santa Teresa de Jesús, concretamente, con gran frecuencia recibe en la comunión las gracias más notables de las que refiere: «Me dio el Señor hoy, acabando de comulgar»…, «Habiendo un día comulgado…». Y ya hemos visto cómo San Pío X recomendaba esa «conveniente acción de gracias» posterior a la comunión eucarística, por ser un momento muy especial de gracia. Por eso es aconsejable realizarla fielmente, bien sea en el silencio inmediato a la comunión, que a veces se hace demasiado brevemente, o bien quedándose un rato en la iglesia después de finalizada la misa. Es lo que la Iglesia recomienda. Para que los fieles «puedan perseverar más fácilmente en esta acción de gracias, que de modo eminente se tributa a Dios en la misa, se recomienda a los que han sido alimentados con la sagrada comunión que permanezcan algún tiempo en oración» (Instruc. 1967, Eucharisticum mysterium 38). –Oración post-comunión Después de ese tiempo, más o menos largo, «para terminar la súplica del pueblo de Dios y también para concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote dice la oración después de la comunión, en la que se suplican los frutos del misterio celebrado» (OGMR 89). Estos frutos son incesantemente indicados y pedidos en las oraciones de postcomunión. En efecto, si hacemos una lectura seguida de postcomuniones de la misa, iremos conociendo claramente cuáles son los frutos normales de la participación eucarística, pues lo que pide la Iglesia en esas oraciones, con toda confianza y eficacia, coincide precisamente con lo que el Señor quiere dar en la liturgia de la misa. Esto es lo propio de toda oración litúrgica, que realiza lo que pide. Veamos, a modo de ejemplo, algunas peticiones incluidas en postcomuniones de domingos del Tiempo Ordinario: …«te suplicamos la gracia de poder servirte llevando una vida según tu voluntad» (1). «Alimentados con el mismo pan del cielo, permanezcamos unidos en el mismo amor» (2). «Cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora, nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces» (3). «Que el pan de vida eterna nos haga crecer continuamente en la fe verdadera» (4). «Concédenos vivir tan unidos en Cristo, que fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo» (5). «Busquemos siempre las fuentes de donde brota la vida verdadera» (6). «Alcanzar un día la salvación eterna, cuyas primicias nos has entregado en estos sacramentos» (7; intención frecuente: cf. 20, 26, 30, 31). «Sane nuestras maldades y nos conduzca por el camino del bien» (10). «Que esta comunión en tus misterios, Señor, expresión de nuestra unión contigo, realice la unidad de tu Iglesia» (11). «Condúcenos a perfección tan alta, que en todo sepamos agradarte» (21). «Fortalezca nuestros corazones y nos mueva a servirte en nuestros hermanos» (22). «Sea su fuerza, no nuestro sentimiento, quien mueva nuestra vida» (24). «Nos transformemos en lo que hemos recibido» (27). «Nos hagas participar de su naturaleza divina» (28). «Aumente la caridad en todos nosotros» (33). «No permitas que nos separemos de ti» (34). «Encontrar la salud del alma y del cuerpo en el sacramento que hemos recibido» (Trinidad). Salud del alma «y del cuerpo». La experiencia de los santos coincide con lo que la oración litúrgica expresa como efecto propio de la comunión. Santa Teresa, por ejemplo, da frecuentes testimonios de este efecto inefablemente benéfico de la comunión eucarística en su salud corporal, habitualmente tan mala: …«llegándome a comulgar, queda el alma y el cuerpo tan quieto, tan sano y tan claro el entendimiento», etc. «Y tengo experiencia de esto, que son muchas veces, al menos cuando comulgo, ha más de medio año que notablemente siento clara salud corporal» (Cuenta de conciencia 1,31: octubre-diciembre 1560). La Beata Ana Catalina Emmerich (1774-1824), estigmatizada, y tantas veces en una situación verdaderamente agonizante, «revivía» cuando le era administrada la comunión, y recuperaba su estado normal de temple y de habla. Éstos y otros preciosos efectos que la Iglesia pide al Señor con audacia y confianza en la oración postcomunión –como también los pide en la oración colecta y la del ofertorio– son los que la Eucaristía causa de suyo en nosotros, según Dios lo quiera, si no ponemos impedimentos a la acción del Cristo, que se une sacramentalmente a nosotros con pan y medicina celestial (cf. Catecismo, frutos de la comunión: 1391-1398). José María Iraburu», sacerdote fuente infocatolica.com

sábado, 30 de agosto de 2014

¿Por qué confesarme con un Sacerdote? Yo me confieso directo con Dios. Responde Papa Francisco

En su catequesis del 19 de Abril de 2014 en la Plaza de San Pedro ante miles de fieles presentes, el Papa Francisco explicó la importancia y la necesidad de confesarse; y respondió a los que creen erradamente que basta confesarse “solamente con Dios” sin acudir a un sacerdote. El Santo Padre comentó en su alocución que “alguno puede decir: ‘Yo me confieso solamente con Dios’. Sí, tú puedes decir a Dios: ‘Perdóname’, y decirle tus pecados. Pero nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del sacerdote”. “‘Pero, padre, ¡me da vergüenza!’. También la vergüenza es buena, es ‘salud’ tener un poco de vergüenza. Porque cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es un ‘senza vergogna’ un ‘sinvergüenza’. La vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona”. El Papa resaltó luego que “desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decirle al sacerdote estas cosas, que pesan tanto en mi corazón: uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia y con el hermano. Por eso, no tengan miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse siente todas estas cosas –también la vergüenza– pero luego, cuando termina la confesión sale libre, grande, bello, perdonado, blanco, feliz. Y esto es lo hermoso de la Confesión”. “Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice que no está bien. El ícono bíblico que los representa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos”. El Pontífice explicó luego que el sacramento de la Confesión, Reconciliación o Penitencia tiene su origen en la Pascua del Señor cuando Jesús sopla sobre los discípulos y dice “los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen”. “Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que está contenida en este Sacramento. Sobre todo, el hecho que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: ‘Yo me perdono los pecados’; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús”. “El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino es un regalo, es don del Espíritu Santo, que nos colma de la abundancia de la misericordia y la gracia que brota incesantemente del corazón abierto del Cristo crucificado y resucitado”. En segundo lugar, prosiguió el Papa, “nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y ésto lo hemos sentido todos, en el corazón, cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza. Y cuando sentimos el perdón de Jesús, ¡estamos en paz! Con aquella paz del alma tan bella, que sólo Jesús puede dar, ¡sólo Él!” “Es necesario confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana”. El Santo Padre hizo luego una pregunta para ser respondida en el corazón: “¿cuándo ha sido la última vez que te has confesado? Cada uno piense. ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga la cuenta, y cada uno se diga a sí mismo: ¿cuándo ha sido la última vez que yo me he confesado? Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión”. “Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un abrazo afectuoso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos aquella bella, bella Parábola del hijo que se fue de casa con el dinero de su herencia, despilfarró todo el dinero y luego, cuando ya no tenía nada, decidió regresar a casa, pero no como hijo, sino como siervo”. El Papa Francisco dijo finalmente que el hijo efectivamente sentía culpa y vergüenza, “y la sorpresa fue que cuando comenzó a hablar y a pedir perdón, el Padre no lo dejó hablar: ¡lo abrazó, lo besó e hizo una fiesta! Y yo les digo, ¿eh? ¡Cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta! Vayamos adelante por este camino. Que el Señor los bendiga”.

viernes, 8 de agosto de 2014

Holocausto cristiano: "El Estado Islámico decapita a los niños"

RT Actualidad / Actualidad Holocausto cristiano: "El Estado Islámico decapita a los niños" Publicado: 8 ago 2014 | 10:38 GMT Última actualización: 8 ago 2014 | 11:09 GMT © REUTERS Ahmad al-Rubaye Un destacado líder de la comunidad caldea en EE.UU. denuncia que el Estado Islámico lleva a cabo un "genocidio" contra los cristianos en Irak En una entrevista a CNN, Mark Arabo, uno de los líderes de la comunidad caldea en EE.UU., advierte que "el mundo no ha visto este tipo de atrocidad en generaciones". El cristianismo ha muerto en Mosul. El Holocausto cristiano ha llegado "Hay un parque en Mosul donde [EI] decapita sistemáticamente a los niños y pone sus cabezas encima de palos. Cada vez más niños están siendo decapitados; sus madres son violadas y asesinadas. A sus padres los están colgando", relata Arabo, cuya comunidad tiene sus raíces precisamente en Mosul. "Este es un crimen contra la humanidad", subraya Arabo, y pide a la comunidad internacional que ofrezca asilo a los más de 300.000 cristianos que viven en esta región de Irak. Según los datos ofrecidos por el líder cristiano, alrededor del 95% de los cristianos ya ha huido de la zona donde se producen las hostilidades y el 5% se ha convertido al Islam. EI, insiste Arabo, ha señalado los hogares pertenecientes a cristianos y amenaza con la muerte a quienes regresen. "ElCristianismo ha muerto en Mosul. El Holocausto cristiano ha llegado", remata

viernes, 18 de julio de 2014

Los cristianos, expulsados de Mosul por el ISIL: “si no, la espada”

Tienen hasta el mediodía de mañana para abandonar la ciudad
La edición árabe de Aleteia confirma la noticia: Los cristianos deben abandonar Mosul en 24 horas o si no, su destino es “la espada”. En la imagen, el comunicado dirigido a los cristianos que aún quedan en la ciudad. Según las noticias procedentes de la ciudad, los líderes del califato llamaron a representantes de los pocos centenares de cristianos que quedan en la ciudad, para proponerles tres opciones: convertirse, o pagar un impuesto especial, o si rehusaban, “la espada”. Pero ningún cristiano acudió por miedo a lo que podría suceder. Así que el ISIL extendió este comunicado en el que, molestos por la ausencia de los cristianos, les ordenan abandonar inmediatamente la ciudad “y los límites del califato”, antes de las 12 del mediodía hora local. “De lo contrario, no tendrán de nosotros otra cosa que la espada”. La noticia la confirma a Bagdadhope monseñor Shleimun Warduni: “Los cristianos son obligados a dejar sus casas y a irse”. Al huir, les detienen en los “check point” “y se lo quitan todo, dinero, bienes, e incluso el automóvil, diciéndoles que se vayan a pie”. El número de cristianos que quedaba en Mosul era ya muy pequeño, entre 50 y 100 familias, pero no se sabe nada de su situación actual. Sólo se podrá contarlos cuando lleguen, se espera, a los pueblos de alrededor o al Kurdistán. fuente http://www.aleteia.org/es/internacional/articulo/los-cristianos-expulsados-de-mosul-por-el-isil-si-no-la-espada-5307888809541632?preview=1

viernes, 4 de julio de 2014

La Gracia Santificante es un don personal

Autor: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte La gracia santificante es una cualidad que hace subir de categoría al hombre dándole como una segunda naturaleza superior. 42.- La gracia santificante es un don personal sobrenatural y gratuito7 , que nos hace verdaderos hijos de Dios8 y herederos del cielo9. La recibimos en el Bautismo. 1. La gracia santificante es un don sobrenatural, interior y permanente, que Dios nos otorga, por mediación de Jesucristo, para nuestra salvación. Don sobrenatural: Supera la naturaleza humana. Don permanente: Mora en el alma mientras se está en gracia, sin pecado mortal Sólo Dios da la gracia santificante. Todas las gracias son concedidas por los méritos de Jesucristo. Dios nos da la gracia santificante para salvarnos10. La gracia santificante es una cualidad que hace subir de categoría al hombre dándole como una segunda naturaleza superior11. Es como una «semilla de Dios». La comparación es de San Juan12. Desarrollándose en el alma produce una vida en cierto modo divina13, como si nos pusieran en las venas una inyección de sangre divina. La gracia santificante es la vida sobrenatural del alma14. Se llama también gracia de Dios. La gracia santificante nos transforma de modo parecido al hierro candente que sin dejar de ser hierro tiene las características del fuego15. «Lo que Dios es por naturaleza, nos hacemos nosotros por la gracia»16. La gracia de Dios es lo que más vale en este mundo. Nos hace participantes de la naturaleza divina17. Esto es una maravilla incomprensible, pero verdadera. Es como un diamante oculto por el barro que lo cubre. El siglo pasado Van Wick construyó con guijarros una casita en su granja de Dutoitspan (Sudáfrica). Un día, después de una fuerte tormenta, descubrió que aquellos guijarros eran diamantes: el agua caída los había limpiado del barro. Así se descubrió lo que hoy es una gran mina de diamantes18. La gracia es un diamante que no se ve a simple vista. La gracia nos hace participantes de la naturaleza divina19, pero no nos hace hombres-dioses como Cristo que era Dios, porque su naturaleza humana participaba de la personalidad divina, lo cual no ocurre en nosotros20. Dios al hacernos hijos suyos y participantes de su divinidad nos pone por encima de todas las demás criaturas que también son obra de Dios, pero no participan de su divinidad. La misma diferencia que hay entre la escultura que hace un escultor y su propio hijo, a quien comunica su naturaleza21 . Cuando vivimos en gracia santificante somos templos vivos del Espíritu Santo22 La gracia santificante es absolutamente necesaria a todos los hombres para conseguir la vida eterna. La gracia se pierde por el pecado grave. En pecado mortal no se puede merecer. Es como una losa caída en el campo. Debajo de ella no crece la hierba. Para que crezca, primero hay que retirar la losa. Estando en pecado mortal no se puede merecer nada. Quien ha perdido la gracia santificante no puede vivir tranquilo, pues está en un peligro inminente de condenarse. La gracia santificante se recobra con la confesión bien hecha, o con un acto de contrición perfecta, con propósito de confesarse. (Ver números 80-84). El perder la gracia santificante es la mayor de las desgracias, aunque no se vea a simple vista. Sin la gracia de Dios toda nuestra vida es inútil para el cielo23. Por fuera sigue igual, pero por dentro no funciona: como una bombilla sin corriente eléctrica. Dice San Agustín que «como el ojo no puede ver sin el auxilio de la luz, el hombre no puede obrar sobrenaturalmente sin el auxilio de la gracia divina». En el orden sobrenatural hay esencialmente más diferencia entre un hombre en pecado mortal y un hombre en gracia de Dios, que entre éste y uno que está en el cielo24. La única diferencia en el cielo está en que la vida de la gracia -allí en toda su plenitud- produce una felicidad sobrehumana que en esta vida no podemos alcanzar. Esta vida es el camino para la eternidad. Y la eternidad, para nosotros, será el cielo o el infierno. Sigue el camino del cielo el que vive en gracia de Dios. Sigue el camino del infierno el que vive en pecado mortal.Si queremos ir al cielo, debemos seguir el camino del cielo. Querer ir al cielo y seguir el camino del infierno, es una necedad. Sin embargo, en esta necedad incurren, desgraciadamente, muchas personas. Algún día caerán en la cuenta de su necedad, pero quizá sea ya demasiado tarde. 2. Además de la gracia santificante Dios concede otras gracias que llamamos gracias actuales25, que son auxilios sobrenaturales transitorios, es decir, dados en cada caso, que nos son necesarios para evitar el mal y hacer el bien, en orden a la salvación26. Pues por nosotros mismos nada podemos. No podemos tener una fe suficiente, ni un arrepentimiento que produzca nuestra conversión. Las gracias actuales iluminan nuestro entendimiento y mueven nuestra voluntad para obrar el bien y evitar el mal. Sin esta gracia no podemos comenzar, ni continuar, ni concluir nada en orden a la vida eterna27 Según Pelagio, monje inglés del siglo V, el hombre con sus fuerzas morales puede, hacer el bien y evitar el mal, convertirse y salvarse. Pero la doctrina católica sostiene que el hombre no puede cumplir todas sus obligaciones ni hacer obras buenas para alcanzar la gloria eterna sin la ayuda de la gracia de Dios. Merecer el cielo es una cosa superior a las fuerzas de la naturaleza humana. Pero como Dios quiere la salvación de todos los hombres, a todos les da la gracia suficiente que necesitan para alcanzar la vida eterna. Con la gracia suficiente el hombre podría obrar el bien, si quisiera. La gracia suficiente se convierte en eficaz cuando el hombre colabora28. Los adultos tienen que cooperar a esta gracia de Dios. Dijo San Agustín: «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti»29. «Dios ha querido darnos el cielo como recompensa a nuestras buenas obras. Sin ellas es imposible, para el adulto, conseguir la salvación eterna. »Nuestra salvación eterna es un asunto absolutamente personal e intransferible. Al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia. »Y sin la libre cooperación a la gracia es imposible la salvación del hombre adulto»30. Con sus inspiraciones, Dios predispone al hombre para que haga buenas obras, y según el hombre va cooperando, va Dios aumentando las gracias que le ayudan a practicar estas buenas obras con las cuales ha de alcanzar la gloria eterna. «Tan grande es la bondad de Dios con nosotros que ha querido que sean méritos nuestros lo que es don suyo»31 . Esta gracia, que nos eleva por encima de la naturaleza caída, la mereció el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz. La obtenemos mediante la oración y los Sacramentos (ver números 95-97).

martes, 10 de junio de 2014

Adan y Eva fueron heridos por el pecado original, pero de manera distinta.

Una parte del libro La casa sobre roca
Autor: Horacio Bojorge




Capítulo 1: Creación, caída y sanación del Varón y la Mujer – El ser humano al principio – La naturaleza humana herida por el pecado original – Para comentar. 
EL SER HUMANO AL PRINCIPIO
 1) Al principio, el ser humano fue creado por Dios como un lazo armonioso del mundo material y del mundo espiritual. En el designio creador no debía ser ni solamente animal ni solamente ángel. Iba a participar de la condición animal y de la angélica. Ni animal ni ángel, pero asumiendo en sí, en forma humana, lo propio del mundo animal y del mundo angélico. "Los hombres somos totalmente humanos y no animalidad más espiritualidad". Es decir que en nosotros, lo animal está al modo humano, más perfecto que el puro animal. El hombre mira y ve como hombre, no como animal. La vida animal está en el hombre asumida por la humanidad y asumida de manera eminente, perfeccionadamente. De modo que todo en el hombre es humano también su animalidad y su espiritualidad.
 Horizonte del tiempo y la eternidad, de la materia y el espíritu, de lo animal y lo angélico
 2) El ser humano es pues una combinación armoniosa de materia y espíritu. En el hombre recién creado se enlazaban armoniosamente lo animal y lo angélico, lo instintivo y lo intelectual. Por eso Aristóteles y Santo Tomás han comparado al ser humano con el horizonte. Así como en el horizonte parecen tocarse el cielo y la tierra, el tiempo y la eternidad, así también en el hombre parecen tocarse lo material y lo espiritual, cuerpo y alma, materia informada por el espíritu, lo animal combinado en un solo ser con lo angélico5 
3) Más aún, el hombre es, entre todas las creaturas, no solamente la única creatura que participa de todos los ordenes creados, desde lo mineral hasta lo angélico, sino la que más participa de la imagen y semejanza divina, de modo que en él, como lo figuró Miguel Ángel en el fresco de la Capilla Sixtina, parecen tocarse también lo humano y lo divino, 
4) "Los cielos proclaman la gloria de Dios" afirma el salmista (Sal 18,2). Pero sólo el hombre interpreta esa alabanza y es capaz de cantarla. El mundo material es mudo. El hombre es como el diputado de la Creación para alabar al Creador y reconocer su gloria. Sin el hombre, el universo carecería de inteligencia, de corazón y de voz para conocer, amar y alabar a Dios. Si se extinguiera la raza humana el universo quedaría mudo ante su creador. Más: entre todas las creaturas materiales o visibles, sólo el ser humano fue creado a imagen y semejanza visible de Dios. Es el único ser del mundo visible que espeja mejor la espiritualidad del Creador y que puede entrar en diálogo espiritual con Él. El único ser visible capaz de adorarlo.  
5) De ese designio creador proviene la dignidad del hombre. Y de ahí deriva la diferencia de la sexualidad humana de toda otra sexualidad puramente animal. Es por el matrimonio del hombre y la mujer que se perpetuaría la estirpe de los adoradores de Dios. Por la generación carnal se comunica una imagen y semejanza espiritual. En este sentido, la sexualidad humana es también como un horizonte donde se toca la comunicación del ser visible y el invisible, el carnal y el espiritual, el animal y el angélico, lo instintivo, necesario y lo amoroso y libre, de lo animal se pasa a lo personal.
6) Adán, creado primero, vivía entre los animales y les puso nombre. Es decir tenía de común con ellos el elemento animal de su naturaleza, el cual le daba (y le sigue dando) la posibilidad de comunicarse con ellos, entenderlos, amaestrarlos, domarlos, domesticarlos, gozar de la compañía de algunos. Pero Adán no encontraba entre ellos una ayuda adecuada, es decir semejante a él en cuanto ser humano espiritual, capaz de relacionamiento interpersonal. No encontraba entre ellos otra persona humana como él. Para hacerle compañía espiritual fue creada otra persona humana: la mujer. 
7) La preeminencia del factor personal, interpersonal, espiritual, en la mujer se expresa en el relato bíblico en primer lugar por esta finalidad de su creación. Ella es creada para ser la compañera espiritual del varón; para entablar el diálogo espiritual y libre, con un ser que ya tenía una capacidad de comunicación animal con los animales, pero una capacidad insatisfecha de relacionamiento humano, espiritual, interpersonal. 
8) Quizás para subrayar que lo más propio de Eva está en el ámbito espiritual, el relato de los orígenes relativiza en ella el elemento corpóreo: Dios no le hace un cuerpo propio, aparte, creado de la misma manera que antes había plasmado el cuerpo del varón. Usa el cuerpo del varón como principio creador del cuerpo de la mujer. La materialidad de su cuerpo es tomada del cuerpo del varón. Y también su nombre es tomado del nombre del varón. "Será llamada varona (isháh) porque del varón (ish) fue tomada". El varón la reconoce y la recupera. Ella se reencuentra en él como en su origen y su contexto de pertenencia: del varón fue tomada... 
9) Hay que notar también que según el texto bíblico ella no proviene del cuerpo del varón por generación sino como por partición. Varón y mujer comparten; son copartícipes de una sola carne, un solo cuerpo. Él reconoce en ella la parte que le faltaba y sin la que estaba incompleto. Y ella reconoce en él a aquél de quien proviene y a quien desde siempre pertenecía, sin el cual estaba como perdida e incompleta también.
10) El hecho de que Adán reciba esposa directamente de Dios, establece un parentesco de alianza con su ´divinum socer´ con su suegro divino (la palabra suegro viene de socer, socio: su Socio divino). La hija funda un parentesco y una relacion social entre su padre y su esposo. En ella se anuda la alianza entre dos hombres y entre dos familias. Está llamada a ser factor de unión y de asociación.
11) Al mismo tiempo, la esposa es ´concedida´ por otro ante el cual se es responsable. Así el varón es responsable ante Dios de la esposa, como el esposo lo es de la esposa ante la familia de la esposa. Pero la entrega de la esposa por parte de los suyos, anuda un vínculo de alianza de parentesco que se espeja en la alianza con el Suegro divino.
12) El modo de creación del cuerpo de Eva expresa, además, una verdad acerca del modo de relación de la mujer con su propio cuerpo. En lo profundo de la experiencia femenina de relación con su cuerpo es como si habitara en un cuerpo ajeno, que no le pertenece. A veces puede considerar su propio cuerpo con cierta distancia y extrañeza y hasta con rechazo. En ocasiones puede sentirse sujeta como sometida a su corporeidad, presa de ella, como la princesa en la torre. A ella le desagrada que atribuyan sus estados de ánimo a causas o concausas físicas. Es como si la dependencia corporal la humillase. Quizás el relato bíblico expresa esas experiencias de la mujer en su corporeidad, mostrando que su cuerpo no es suyo, sino tomado del de Adán; no es otro diverso, sino uno tomado de la carne del varón y que parecería conservar las huellas de una corporeidad ajena, aunque esté informada por un alma femenina. Es como si su destinación creacional a lo espiritual la hiciese padecer a veces su dependencia de lo físico.
13) A la inversa, el relato bíblico de la creación del cuerpo de Eva, expresa la experiencia de relacionamiento del varón con el cuerpo de la esposa. Es como si el varón reclamara el cuerpo de la esposa como parte del suyo y buscara reintegrarlo a sí mismo, reconociéndolo como propio suyo: ´carne de mi carne y hueso de sus huesos´. Pablo comentará: "Maridos amad a vuestras mujeres como a vosotros mismos... el que odia a su mujer se odia a sí mismo".
 14) El modo de creación del cuerpo de Eva expresa también el relacionamiento especial de la participación en un solo cuerpo de ambos cónyuges en la sexualidad humana, diversa de la animal, que tiene lugar en la relación matrimonial. En efecto, la relación, según el designio del principio estaba destinada a ser tanto corpórea como espiritual. Por el matrimonio, ambos se volverían a hacer una sola carne, un solo ser, un solo cuerpo del que ambos dispondrían como dueños en común, como socios en la común y amistosa corporeidad. Serían dos personas habitando la misma carne y compartiéndola, como comparten la misma casa y el mismo lecho.
 15) Pablo parece fundar ahí la oblatividad mutua entre esposa y esposo, que era el designio divino del principio y que la salvación cristiana restaura por obra de la gracia sanadora del sacramento del matrimonio: "La mujer no es dueña de su cuerpo sino su esposo, ni el esposo es dueño de su cuerpo sino la esposa" (1 Cor 7,4). El esposo tiene el derecho al cuerpo de la esposa como el Todo tiene derecho a su parte, por que el cuerpo de la mujer fue tomado del cuerpo del varón. La esposa tiene derecho al cuerpo del esposo como la parte tiene derecho al todo sin el cual no tendría sentido. Son el uno del otro, pero en forma disimétrica, no intercambiable. Ella es como la parte del todo, y él como el todo al que pertenece la parte. Ninguno tiene sentido sin el otro y se necesitan el uno al otro. Pertenece el uno al otro. 
 16) La unidad de origen, anterior a la separación creadora, vuelve a restablecerse en el amor matrimonial cristiano por acuerdo amoroso de ambas voluntades. Cada uno restituye al otro libremente y por amor, lo que le era propio. El cuerpo de la mujer lo restituye ella libremente al varón como al todo del que fue tomado su cuerpo. Y el cuerpo del varón es entregado por él libremente a la mujer como el todo al que la parte tiene un derecho fundado en la voluntad creadora de Dios.


 2. LA NATURALEZA HUMANA HERIDA POR EL PECADO ORIGINAL
 17) Veremos inmediatamente, cómo, por el pecado original esta feliz dispensación ´del principio´ se corrompe y el varón [el todo] intenta recuperar totalitariamente a su parte y la mujer [la parte] tiende a querer comportarse como si fuera el todo. El relato bíblico de la creación de Eva muestra ambas relaciones en la perspectiva del designio divino del principio, destinado a la unión feliz de ambos esposos por una relación de auténtica entrega. Y luego muestra cómo el pecado original va a alterar las relaciones haciéndolas posesivas en vez de generosas; divisoras en vez de unitivas. El modelo posesivo, característico del hombre viejo, que se reserva a sí mismo sin entregarse y procura apoderarse del otro, manipularlo, usarlo, es considerado por Pablo como una especie de estafa: "no os defraudéis el uno al otro" (1 Cor 7,5). Pero de esto corresponde tratar en otro lugar. De ahí que las relaciones entre varón y mujer podrán vivirse sabiamente si se viven en gracia o insensatamente si se viven según el pecado
original y los pecados que de él derivan. 
 18) El pecado original hirió la naturaleza humana. ¿Cómo? En su relación con Dios, y a causa de ello en todas sus demás relaciones: consigo mismo, con el otro, con el mundo.   19) Dejó al hombre ciego para el bien que es Dios mismo. Desde entonces el hombre vive en un estado de acedia: ceguera espiritual para percibir a Dios como su Bien supremo. Y de esa ceguera derivan todos los pecados contra Dios: indiferencia, tibieza, ingratitud, hasta la rebeldía y el odio.   20) Herida su naturaleza en la capacidad de conocer la Bondad suprema de Dios, como su Fin último, el hombre se dispersa en la búsqueda de bienes con que saciar su sed de bien. Sobreviene así la concupiscencia de la carne (los instintos animales, del cuerpo) y la concupiscencia de los ojos (los apetitos espirituales, del alma).  21) El pecado original desequilibró la armonía entre el elemento material, físico y animal de la naturaleza humana, con su elemento espiritual. Produjo en Adán y Eva - y trasmitió a toda su descendencia - una ceguera para Dios y una equivocada percepción de la jerarquía de los bienes; un desequilibrio entre lo instintivo, lo afectivo y pasional por un lado y lo racional por el otro.  22) Importante: 1) según la visión católica, la naturaleza humana es buena por ser creada por Dios, pero ha sido herida por el pecado original y necesita ser sanada por la gracia. 2) Según la visión protestante, el pecado original corrompió totalmente la naturaleza, de modo que de ella no puede venir nada bueno sino solamente pecado. ´Es inevitable pecar, pero que no se sepa´. Frente a este pesimismo, 3) la visión freudiana y del psicologismo considera que la naturaleza del hombre es buena y uno se debe abandonar a la guía de sus impulsos. ´No te reprimas, realizate, hacé la tuya, al nene no lo corrijas´.

La casa sobre roca
Autor: Horacio Bojorge

Capítulo 2: El pecado original hirió al Varón y a la Mujer de diversa manera – En el varón se desordenan más los instintos y en la mujer los deseos del alma

1. EL PECADO ORIGINAL HIRIÓ AL VARÓN Y A LA MUJER
DE DIVERSA MANERA


1) El pecado original no hirió de la misma manera al varón que a la mujer. Habiéndolos herido a ambos, los hirió de manera disimétrica, a cada cual a su modo. Varón y mujer serán afectados por las mismas concupiscencias e incurrirán en los mismos vicios capitales, pero de manera diversa. Ambos padecen de gula, pero la gula del varón está más cerca de la voracidad animal, mientras que la gula de la mujer es más refinada, se inclina a las golosinas, los dulces y las exquisiteces. Ambos padecerán la lujuria, pero el varón regresará hacia la instintividad animal y la posesividad física, mientras la mujer tenderá a la posesión afectiva y la dominación espiritual del alma del varón. 

2) Ambos padecen la ira, pero el varón tiende a manifestar y descargar su cólera en forma corporal, física. A su ira la podríamos llamar ira caliente; mientras que la mujer tiende a descargar la suya más bien verbalmente, mediante la palabra hiriente, el agravio, la maledicencia y el maleficio: hiriendo con la lengua o dañando indirecta y astutamente. A la suya, aunque sea tremenda, podemos calificarla de ira fría. La del varón es ira regresivamente animal, instintiva. La de la mujer es una furia más angélica, pero de un angelismo malvado, es más demoníaca, medita más el daño que quiere hacer. Pensemos en la Ira de Aquiles que canta Homero en la Ilíada y en la ira de Medea en la tragedia de Eurípides.

3) Ella va al juez con un ojo morado, pero no hay grabación de lo que ella le dijo antes a él. Si riñen dos varones es posible que corra sangre y hasta que uno quede muerto. Entre mujeres el terreno principal de la querella es el verbal y si llegan a las manos, lo que procuran más bien es afear a la otra, desgreñándola y arañándole el rostro. 

2. EN EL VARÓN SE DESORDENAN MÁS LOS INSTINTOS ANIMALES
Y EN LA MUJER MÁS LOS DESEOS ESPIRITUALES


4) La disimetría de la herida del pecado original en la naturaleza del varón y de la mujer consiste pues en que el varón tiende a regresar a lo instintivo y a los apetitos del cuerpo. En él el polo animal tiende a predominar y a deshumanizarse. En él predominan los apetitos del cuerpo, la concupiscencia de la carne. La mujer, en cambio, tiende a desequilibrarse por lo que podemos llamar su polo angélico: por los apetitos del alma o la concupiscencia de los ojos. Por eso se ha dicho que el pecado dominante del varón es la lujuria y el pecado dominante de la mujer es la avaricia, la ambición.

5) Una de las consecuencias del pecado original en el ser humano es la pérdida del control racional de las pasiones. A esas pasiones descontroladas se les llaman concupiscencias. Son los deseos, afectos y pasiones desordenados y que el ser humano mismo no logra gobernar con su razón. Hemos dicho que las concupiscencias afectan tanto al varón como a la mujer, pero no de la misma manera, sino a cada uno a su manera. Los dos quieren las mismas cosas, pero de manera diferente. Hay un dicho que ilustra este hecho: ‘el varón quiere una casa para tener una mujer, y la mujer quiere un hombre para tener una casa´.

6) Hemos visto que se distinguen dos formas de concupiscencia en el ser humano, que corresponden a sus componentes corporal y espiritual. La que corresponde al componente corporal o animal se llama concupiscencia de la carne. Y la que corresponde al componente anímico o espiritual se llama concupiscencia de los ojos. 

7) La concupiscencia de la carne es el desorden de los apetitos instintivos residentes en el cuerpo, del elemento que el hombre tiene de común con el animal. Son ellas la gula y la lujuria, que corresponden al apetito de la propia conservación por la comida y al de la conservación de la especie por la sexualidad. A su frustración corresponde una ira animal.

8) La concupiscencia de los ojos, es el desorden de los apetitos, afectos y deseos del alma: avaricia, vanidad, ambición. El desorden en los deseos de consideración social, de bienestar y comodidades, de seguridad, de ser querido, apreciado. Son los deseos que podemos llamar más propiamente espirituales o humanos. A su frustración corresponde más bien, aunque no exclusivamente, una ira más fría y espiritual. 

9) El pecado original desordena al varón sobre todo por la concupiscencia de la carne y tiende a devolverlo a la compañía de los animales. Como el rey Nabucodonosor, reducido a la condición de los peores vagabundos que hemos conocido: "arrojado de en medio de los hombres, come hierba como los bueyes, su cuerpo se empapa del rocío del cielo, le crecen los cabellos como plumas de águila, y las uñas como las de las aves de rapiña" (Daniel 4, 30). Al varón, el pecado original tiende a bajarlo a lo corpóreo, físico, instintivo, animal. En él predominan los instintos sobre la razón, se desordena por perder el gobierno de sus apetitos instintivos y tiende a achancharse, y aveces es un verdadero "puerco". Por ejemplo, vemos cómo el varón suele comer y beber en exceso, aunque le haga daño y ese descontrol suele irse agravando con los años. 

10) A la mujer le pasa lo contrario, tiende a subirse a lo angélico e incluso a "usurpar lo divino". Ella se inclina al ejercicio ilegal de la divinidad, y a la usurpación de la divina providencia. Y no por mal, ella quiere el bien pero quiere hacerlo a su manera. Y quiere ser ella quien diga lo que es bueno y lo que es malo, ¡también para vos!. Pero por ese camino de sus propias buenas intenciones, es por donde la mujer se hace dominadora. 

11) El varón se hace lujurioso, es incapaz de morir a su pasión sexual por amor a su esposa cuando en realidad lo que le haría feliz a ella sería que él muriera un poco a su pasión. Y ella es dominadora y a veces usa la debilidad pasional del varón para manipularlo. Pero eso, en vez de reforzar el vínculo de la amistad entre él y ella, produce la debilidad del vínculo amoroso, y por ese eslabón se rompe. Cuando no están sanados él y ella de sus respectivos desequilibrios por la gracia, el matrimonio entra en crisis, la amistad matrimonial se hace imposible. Las pasiones matan el amor. La lujuria del varón asquea a la mujer y la dominación de la mujer harta al hombre. Y en consecuencia se hace imposible también la felicidad que Dios ha destinado para el hombre en la amistad matrimonial. Es esa felicidad de la amistad matrimonial, la que se corrompe por la corrupción de la virtud de él y de ella. Es ese malentendido entre él y ella lo que impide la plena felicidad que Dios tiene reservada a esa creación maravillosa que él hizo.


12) Resumiendo: el principal obstáculo para que se entiendan el varón y la mujer en el noviazgo y en el matrimonio consiste en que el pecado original los hirió de manera disimétrica. No produjo lo mismo en el varón que en la mujer. 

13) Estas mismos hechos los expresa el relato del origen en su lenguaje simbólico ¿Por qué Satanás la tentó a Eva y no a Adán? La tentó a Eva con querer tener la ciencia del bien y del mal y con querer ser como Dios, porque ella es la que podía entrar más fácilmente en esa tentación del ejercicio ilegal de la divinidad y la usurpación de la divina Providencia. En ella lo que tiende a desordenarse es el polo espiritual. ¿Y qué pasó cuando Eva fue como Dios? ¡No fue corriendo a comunicarle su conocimiento y poderes a su esposo! Fue y le dio de comer. Atendió a su corporeidad. ¿Lo convirtió en el primer mantenido? ¿Sugiere el relato que descuidó la espiritualidad de Adán, para la que había sido llamada a ser compañía del varón, por atender a su instintividad, sumergiéndolo más en ella? ¿Sugiere que quiso tomar el dominio y el gobierno del varón? ¿Nacía así ese indiscreto amor tan femenino, que domina a los que ama convirtiéndolos en mantenidos o de dominados a base de atenciones? Ese parece ser el tipo de manipulación en que descuella nuestra civilización, que no es tanto ‘machista´, sino que está más bien bajo el signo de Eva, y efectivamente reduce al varón a macho y así somete al hombre para desactivarlo como líder espiritual digno de ser obedecido.

3. LA SANACIÓN DE LAS HERIDAS DEL PECADO
POR LA GRACIA DE CRISTO


14) Las heridas del pecado original deben ser sanadas. Y es ésa la sanación que Jesús trae al mundo y es eso lo que está impidiendo la acedia de nuestros gobernantes y de los poderosos de este mundo y de Satanás el príncipe de las tinieblas. 

15) Por eso vemos la ruina matrimonial que cunde cada vez más, la incapacidad de nuestros jóvenes que están engañados por todos los espectáculos y la industria del espectáculo, por la telenovela y por lo demás, para comprender cuál es el camino de la verdadera felicidad: el de la amistad entre el Varón y mujer. Eso es "Acedia del Mundo". Acedia contra la verdadera felicidad del varón y la mujer, que Dios planeó desde el Principio. 

16) Porque Dios quiso que fueran felices en esa amistad pero el Mundo se lo impide a los dos. A ella la mete cada vez más en la dominación por el feminismo, y a él lo achancha cada vez más y lo hunde en la lujuria proponiéndole el espectáculo de la mujer objeto. Esta es la hora de la Acedia conyugal en el Mundo, es muy concreta, muy real y muy destructora de la verdad y la felicidad esponsal y familiar.

17) El remedio cristiano lo propone Pablo en la carta a los Efesios: ¿al varón que le dice? "Tenés que amar a tu mujer como Jesús a la Iglesia, es decir, morir por ella." ¿Sos capaz de morir por tu mujer? ¿Sos capaz de morir por lo menos a tus instintos y a tu pasión? Tenés que mortificar tu pasión para alcanzar la castidad. "¡Padre, qué está diciendo! ¡pero si eso es imposible!". Esto no lo dice nadie en el mundo de hoy pero es lo que hay que decir porque esta es la verdad. Y los que dicen que la castidad para el varón es imposible mienten o se engañan. 

18) Y a la mujer ¿qué le dice Pablo en la carta a los Efesios? Tenés que obedecer a tu esposo (que es peor que morir). Y en eso consiste la restauración maravillosa de la herida del pecado original en él y en ella. El varón aprende a morir por su esposa, la ama como Cristo a la iglesia y es capaz de ofrendar y descubrir que muriendo a su pasión, encuentra una felicidad mayor que es la felicidad humana, porque la otra lo baja a lo instintivo. Y ella aprende a obedecer y se salva de su afán de dominación. Se restablece la salud primitiva en cada uno de ellos. El hombre adquiere el dominio de sus pasiones, la mujer se baja de su ambición angélica excesiva y los dos se encuentran como Cristo y la Iglesia en la verdadera caridad.

19) ¿Pero entonces la felicidad humana excluye el elemento físico, corporal? No, supone necesariamente como expresión del amor. Pero para expresarlo también lo sacrifica. El amor necesita sanar mediante la gracia sacramental la naturaleza herida, porque debido a ella, la sexualidad tiende a deshumanizarlos, a pesar de la mejor buena voluntad y hasta a pesar de llevar una vida de sacramentos y piedad. La castidad es aquella virtud que devuelve a la persona la integridad perdida por el pecado original e integra su sexualidad en la persona (CIC Nº 2337 ss.). 

20) Las pasiones quitan el autodominio y el que no es dueño de sí mismo no puede entregarse, como lo exige la felicidad conyugal que se alcanza por la entrega sincera del uno al otro. "La voluptuosidad propia del sexo, - dice Abelardo Pithod - al hacer perder al alma su autodominio y señorío, la deja con una fuerte sensación de que se ha perdido, por unos pocos instantes, a sí misma. Que se ha entregado y sometido enteramente a la vehemencia de lo biológico y pasional. Que ha caído, por un momento, bajo el dominio animal. La propia imagen de dignidad de la persona espiritual, dignidad que se basa en cierto dominio sobre sí y sobre el cuerpo, se ve como ultrajada"6 

21) La salvación cristiana, vino a restaurar, como lo dice Jesús: ´lo que era en el principio´. Es decir, una sexualidad humana oblativa según el designio divino creador. De esa manera es posible sustituir el modelo posesivo que había sobrevenido a consecuencia del pecado original y era el corriente en el mundo de la humanidad irredenta. El mismo modelo, por otra parte, del que cada pareja de esa humanidad está presa, hasta que por la fe y la gracia sanadora del sacramento matrimonial, accedan ambos a la posibilidad de vivir según el modelo de la cultura esponsal católica. El varón cristiano ya no se relacionará posesivamente con el cuerpo de la esposa, sino que lo amará como a su propia carne. Y ella confiará en su esposo y podrá obedecerle gozosamente.

4. FINALIDAD SACRIFICIAL DEL INSTINTO EN LA EXPRESIÓN DEL AMOR


22) De ahí que el gran psicólogo alemán Rudolf Allers ha dicho que “entre el instinto y el amor hay una diferencia notable y al mismo tiempo esencial. El instinto no busca más que su propia satisfacción, el amor busca el bien del otro. El amor solo quiere dar, el instinto sólo quiere tomar. En el amor es natural el sacrificio, el instinto, por su naturaleza, desconoce el sacrificio, trata de apoderarse de su presa. En el dominio del instinto no hay elección, ni decisión, ni sacrificio. Ellos existen solamente en el dominio del amor”. 

23) Allers afirma “la finalidad sacrificial del instinto en el amor humano”. El instinto, dice, tiene primariamente la función de asegurar ciertos valores vitales. Existe además para servir al amor humano como medio de expresión y de realización. ¿Y cómo expresa el amor? Sacrificándole lo instintivo. El instinto, afirma Allers, existe para proporcionar un alimento al sacrificio que exprese el amor y lo realice. 

24) “Vemos bien aquí, dice Allers, esto que le reprochan a la visión moral cristiana todas las doctrinas que, en nombre de la naturaleza y de la libertad, preconizan una moral sexual. Pero esto que ellas llaman la naturaleza, son solamente funciones muy primitivas; y lo que exigen en el nombre de la libertad, es más bien libertinaje; lo que presentan como una nueva moral, es en realidad una antigua moral, pagana y primitiva”

25) Sin embargo, observa Allers, “Amar quiere decir estar dispuesto al sacrificio. Poder e igualmente querer hacer sacrificios es pues un rasgo esencial de la naturaleza humana. Pedimos que el mismo niño sepa sacrificarse; no solamente para que se encuentre preparado para la vida que lo obligará muchas veces, sino también para que se vuelva realmente un ser humano, para que desarrolle en sí estas cualidades esenciales que hacen del hombre un ser tan diferente de todos los que existen sobre la tierra”. “Para que el hombre realice lo que hay de más alto en su naturaleza, es necesario que pueda oponer su voluntad a los impulsos o a los deseos imperiosos que corresponden a la parte inferior de su ser”7 . 

del Libro La casa sobre roca
Autor: Horacio Bojorge



 Imagen tomada del blog del padre fortea

domingo, 11 de mayo de 2014

Catequesis del Papa sobre el Juicio Final

TEXTO COMPLETO: Catequesis del Papa sobre el Juicio Final
VATICANO, 24 Abr. 13 / 09:58 am (ACI/EWTN Noticias).- En su catequesis de la audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco reflexionó sobre el juicio final en Cristo y que para estar preparados para ese momento el cristiano debe vivir profundamente el amor.
A continuación la catequesis completa del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
En el Credo profesamos que Jesús "de nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos". La historia humana comienza con la creación del hombre y la mujer a imagen y semejanza de Dios y concluye con el juicio final de Cristo.
A menudo nos olvidamos de estos dos polos de la historia, y sobre todo la fe en el regreso de Cristo y en el juicio final a veces no está tan clara y sólida en el corazón de los cristianos. Jesús durante su vida pública, a menudo ha reflexionado sobre la realidad de su venida final.
Sobre todo recordamos que, con la Ascensión, el Hijo de Dios ha llevado al Padre nuestra humanidad que Él asumió y quiere atraernos a todos hacia sí mismo, llamar a todo el mundo para ser recibido en los brazos abiertos de Dios, para que, al final de la historia, toda la realidad sea entregada al Padre.
Hay, sin embargo, este "tiempo intermedio" entre la primera venida de Cristo y la última, que es precisamente el momento que estamos viviendo. En este contexto se coloca la parábola de las diez vírgenes (cf. Mt 25,1-13). Se trata de diez muchachas que esperan la llegada del Esposo, pero tarda y ellas se duermen.
Ante el repentino anuncio de que el Esposo está llegando, todas se preparan para recibirlo, pero mientras cinco de ellas, prudentes, tienen el aceite para alimentar sus lámparas, las otras, necias, se quedan con las lámparas apagadas, porque no lo tienen, y mientras buscan al Esposo que llega, las vírgenes necias encuentran cerrada la puerta que conduce a la fiesta de bodas.
Llaman con insistencia, pero es demasiado tarde, el esposo responde: no os conozco. El Esposo es el Señor, y el tiempo de espera de su llegada es el tiempo que Él se nos da, con misericordia y paciencia, antes de su llegada final, tiempo de la vigilancia; tiempo en que tenemos que mantener encendidas las lámparas de la fe, de la esperanza y de la caridad, donde mantener abierto nuestro corazón a la bondad, a la belleza y a la verdad; tiempo que hay que vivir de acuerdo a Dios, porque no conocemos ni el día, ni la hora del regreso de Cristo.
Lo que se nos pide es estar preparados para el encuentro: preparados a un encuentro, a un hermoso encuentro, el encuentro con Jesús, que significa ser capaz de ver los signos de su presencia, mantener viva nuestra fe, con la oración, con los Sacramentos, estar atentos para no caer dormidos, para no olvidarnos de Dios. La vida de los cristianos dormidos es una vida triste, ¿eh?, no es una vida feliz. El cristiano debe ser feliz, la alegría de Jesús... ¡No se duerman!
La segunda parábola, la de los talentos, nos hacen reflexionar sobre la relación entre la forma en que usamos los dones recibidos de Dios y su regreso, cuando nos pedirá cómo los hemos utilizado (cf. Mt 25,14-30). Conocemos bien la historia: antes de salir de viaje, el dueño da a cada siervo algunos talentos para que sean bien utilizados durante su ausencia.
Al primero le entrega cinco, dos al segundo y uno al tercero. Durante su ausencia, los dos primeros siervos multiplicar sus talentos - se trata de monedas antiguas, ¿verdad? -, Mientras que el tercero prefiere enterrar su propio talento y entregarlo intacto a su dueño. A su regreso, el dueño juzgar su trabajo: alaba a los dos primeros, mientras que el tercero viene expulsado fuera de la casa, porque ha mantenido oculto por temor el talento, cerrándose sobre sí mismo.
Un cristiano que se encierra dentro de sí mismo, que oculta todo lo que el Señor le ha dado... es un cristiano... ¡no es un cristiano! ¡Es un cristiano que no agradece a Dios todo lo que le ha dado!
Esto nos dice que la espera del retorno del Señor es el tiempo de la acción. Nosotros somos el tiempo de la acción, tiempo para sacar provecho de los dones de Dios, no para nosotros mismos, sino para Él, para la Iglesia, para los otros, tiempo para tratar siempre de hacer crecer el bien en el mundo.
Y sobre todo hoy, en este tiempo de crisis, es importante no encerrarse en sí mismos, enterrando el propio talento, las propias riquezas espirituales, intelectuales, materiales, todo lo que el Señor nos ha dado, sino abrirse, ser solidarios, tener cuidado de los demás.
En la plaza, he visto que hay muchos jóvenes. ¿Es verdad esto? ¿Hay muchos jóvenes? ¿Dónde están? A ustedes, que están en el comienzo del camino de la vida, pregunto: ¿Han pensado en los talentos que Dios les ha dado? ¿Han pensado en cómo se pueden poner al servicio de los demás? ¡No entierren los talentos! Apuesten por grandes ideales, los ideales que agrandan el corazón, aquellos ideales de servicio que harán fructíferos sus talentos.
La vida no se nos ha dado para que la conservemos celosamente para nosotros mismos, sino que se nos ha dado, para que la donemos. ¡Queridos jóvenes, tengan un corazón grande! ¡No tengan miedo de soñar cosas grandes!
Por último, una palabra sobre el párrafo del juicio final, donde viene descrita la segunda venida del Señor, cuando Él juzgará a todos los seres humanos, vivos y muertos (cf. Mt 25,31-46). La imagen utilizada por el evangelista es la del pastor que separa las ovejas de las cabras.
A la derecha se sitúan los que han actuado de acuerdo a la voluntad de Dios, que han ayudado al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, el enfermo, el encarcelado, el extranjero. Pienso en los muchos extranjeros que hay aquí en la diócesis de Roma. ¿Qué hacemos con ellos? Mientras que a la izquierda están los que no han socorrido al prójimo. Esto nos indica que seremos juzgados por Dios en la caridad, en cómo lo hemos amado en los hermanos, especialmente los más vulnerables y necesitados.
Por supuesto, siempre hay que tener en cuenta que somos justificados, que somos salvados por la gracia, por un acto de amor gratuito de Dios que siempre nos precede. Solos no podemos hacer nada.
La fe es ante todo un don que hemos recibido, pero para dar fruto, la gracia de Dios siempre requiere de nuestra apertura a Él, de nuestra respuesta libre y concreta. Cristo viene para traernos la misericordia de Dios que salva. Se nos pide que confiemos en Él, de responder al don de su amor con una vida buena, hecha de acciones animadas por la fe y el amor.
Queridos hermanos y hermanas, no tengamos nunca miedo de mirar el juicio final; que ello nos empuje en cambio a vivir mejor el presente. Dios nos ofrece con misericordia y paciencia este tiempo para que aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres y en los pequeños, para que nos comprometamos con el bien y estemos vigilantes en la oración y en el amor. Que el Señor, al final de nuestra existencia y de la historia, pueda reconocernos como siervos buenos y fieles. Gracias.
Etiquetas: audiencia general
Fuente  aci prensa
http://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-catequesis-del-papa-sobre-el-juicio-final-63371/#.U2-lOoF5OSo

domingo, 27 de abril de 2014

Papa Francisco: San Juan Pablo II y San Juan XXIII fueron testigos de la misericordia de Dios

Foto Marta Jiménez / Grupo ACI

Foto Marta Jiménez / Grupo ACI
VATICANO, 27 Abr. 14 / 04:37 am (ACI).- En la homilía de la Misa en la que declaró santos a San Juan Pablo II y San Juan XXIII, el Papa Francisco señaló que ambos pontífices fueron verdaderos testigos de la misericordia de Dios.
Ante cientos de miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco señaló que “San Juan XXIII y San Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían a Jesús”.
“Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresía del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia”.
El Santo Padre resaltó que San Juan Pablo II y San Juan XXIII “fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María”.
“En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante». La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno”.
El Papa resaltó además que “esta esperanza y esta alegría se respiraban en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad”.
“Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria, la fisonomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos”.
Francisco exhortó asimismo a no olvidar que “son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, San Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu”.
“En este servicio al Pueblo de Dios, San Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene”.
Para concluir, el Santo Padre hizo votos para que “estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama”.