domingo, 24 de agosto de 2008

Pena de Muerte ¿y los errores que se cometen?

El sistema judicial mexicano adolece de fallas gravísimas y nuestro sistema investigador, el que integra las averiguaciones para proporcionar a los jueces los elementos de juicio para tomar decisiones y sancionar a los responsables de los delitos, aún más.



Quienes tenemos la oportunidad de observar las famosas series televisivas de Estados Unidos –CSI Miami, Law & Order, Bone y otras- y algunos programas de investigación realizados por Discovery Channel, nos damos cuenta que en México las técnicas de investigación están en pañales.



No son inventos de la televisión, no se trata de ciencia ficción. Es una realidad. Los laboratorios, el equipo y los investigadores están plenamente capacitados para, a partir de una huella, un cabello, el tinte de alguna prenda o pintura, descubrir a o los responsables del delito cometido.



Aún y con todo esto, en Estados Unidos se han topado con que asesinos o altamente sospechosos han resultado absueltos a partir de la ación de la escena del crimen.



Ejemplos hay muchos, pero quizá el más sonado sea el de O. J. Simpson.



En nuestro país, las cosas están peor. Nuestros policías investigadores lo primero que hacen es ar la escena del crimen.



Pasan sobre las huellas del delincuente, an el entorno y hasta se han dado casos de rapiña. Lejos estamos de tener la capacidad técnica y la preparación humana de seguir una investigación de buena forma.



En muchas ocasiones, se han presentado errores muy graves gracias a los cuales han sido procesados seres humanos que, al final de cuentas, resultan inocentes del delito que les atribuyen.



Hace poco, la policía en Nuevo León detuvo a un delincuente sospechoso de un robo. Al interrogarlo, no sabía de qué se trata y a la clásica “Lo sabemos todo, desembucha”, “ya te delataron”, el hombre empezó a declararse culpable de dos homicidios.



Desconocemos la “técnica” que utilizaron los “investigadores”, pero resultó al final cierto que el sospechoso resultó el asesino de una persona siete años antes y por el cuál estaba en la cárcel otro sujeto que siempre se declaró inocente y sólo tuvo la desgracia de haber visitado la casa horas antes.



¿Cómo le recompensó el sistema judicial esos 7 años a quien resultó inocente? Sólo le pidieron disculpas. En la cárcel, probablemente aprendió algunas malas mañas y si la mayoría de la gente le niega trabajo por sus “antecedentes” y se ve obligado a robar ¿le abonarán los siete años perdidos dentro del sistema penitenciario? Por supuesto, esto no es posible.



Este tema es interesante ante toda la polémica desatada en torno al asesinato del joven Martí. A todos nos indigna. Quienes somos padres y quienes no lo son, sufrimos en parte el dolor de los padres de ese joven.



No importa si se apellida Martí, González, Martínez o Pérez. Es tan indignante y repugnante lo que le pasó a ese joven, como al niño Fernandito que en Monterrey también murió en manos de secuestradores o lo de las mujeres en Juárez.



Toda esta descomposición está mal y deben tomarse medidas drásticas para reducir a bajos niveles –aunque lo ideal es desaparecerla- la inseguridad. Sí, debe destrabarse el embudo que existe entre los legisladores para aprobar el endurecimiento de las penas tal como lo propuso el Presidente Felipe Calderón.



Pero ¡cuidado! Proponer la pena de muerte sería un error mientras exista la mínima posibilidad de que se cometan errores durante las investigaciones.



Aplicar una inyección letal o cualquier otro método para quitar la vida a un asesino daría alivio, probablemente, a quienes le sobrevivan, incluso también a gran parte de la sociedad.



Pero qué va a pasar, dos, tres o siete años después que se descubra al verdadero asesino, como ocurrió hace poco en Monterrey. Entonces, los asesinos serían los jueces, los investigadores y nosotros mismos.

Esta es otra optica