domingo, 16 de diciembre de 2012

El valor de la cruz


El valor de la cruz

Desafortunadamente, el hombre de hoy tiene un concepto equivocado de lo que es la ascesis o penitencia y en muy baja estima el valor de la cruz. La vida cómoda y materialista que vivimos nos hace despreciar con facilidad estos dos valores que son fundamentales en la vida (cf. Mt 10, 38), no sólo para alcanzar la santidad y con ello la plenitud, sino incluso para poder vivir una vida razonablemente alegre y estable. Y es que la penitencia actúa como una fuerza reguladora sobre nuestras pasiones y deseos, los cuales dejados en libertad pueden llegar a destruir nuestra vida. Para contenerlos, en algunos casos debemos agregar a nuestra vida algo, “ ascesis positiva”, y en otros eliminar o matizar, “ ascesis negativa”. En ambas direcciones la penitencia supone una renuncia, por lo que esto no se podrá hacer sin la ayuda de la cruz y del Espíritu Santo. La penitencia cristiana, correctamente entendida, no es estoicismo, ni platonismo, por lo que no se trata de destruir nuestro cuerpo, sino que es una “herramienta espiritual que ayuda a que los criterios y la vida evangélica, pasen de la mente al corazón y del corazón a la vida diaria”. 

Por: Pbro. Ernesto María Caro
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sábado, 15 de diciembre de 2012

La palabra de Dios por Marino Restrepo

Explicacion de la palabra de Dios por Marino Restrepo



La Gran riqueza de la lectura de las sagradas escrituras, la palabra de Dios es vida y un gran tesoro para los catolicos.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La voluntad de Dios


LA CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DE DIOS 
La perfecta conformidad con la voluntad divina es uno de los principales medios de santificación. Escribe Santa Teresa: “Toda la pretensión de quien comienza oración (y no se olvide esto, que importa mucho) ha de ser trabajar y determinarse y disponerse, con cuantas diligencias pueda, a hacer su voluntad conforme con la de Dios..., y en esto consiste toda la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tuviera esto, más recibirá del Señor y más adelante está en este camino. No penséis que hay aquí más algarabías ni cosas no sabidas y entendidas; que en esto consiste todo nuestro bien”.
Dada la singular importancia de este medio, vamos a estudiar cuidadosamente su naturaleza, su fundamento, su excelencia ynecesidad, el modo de practicarla y, finalmente, sus grandes frutos y ventajas.
1. Naturaleza. – Consiste la conformidad con la voluntad de Dios en una amorosa, entera y entrañable sumisión y concordia de nuestra voluntad con la de Dios en todo cuanto disponga o permita de nosotros. Cuando es perfecta, se la conoce más bien con el nombre de santo abandono en la voluntad de Dios. En sus manifestaciones imperfectas se la suele aplicar el nombre de simpleresignación cristiana.
Para entender rectamente esta doctrina hay que tener en cuenta algunos prenotandos. Helos aquí:
PRENOTANDOS. – 1.º  La santidad es el resultado conjunto de la acción de Dios y de la libre cooperación del hombre. “Ahora bien: si Dios trabaja con nosotros en nuestra santificación, justo es que Él lleve la dirección de la obra; nada se deberá hacer que no sea conforme a sus planes, bajo sus órdenes y a impulsos de su gracia. Es el primer principio y último fin; nosotros hemos nacido para obedecer a sus determinaciones” (Lehodey, El santo abandono, p. 1, c. 1).
2.º  La voluntad de Dios, simplísima en sí misma, tiene diversos actos con relación a las criaturas. Los teólogos suelen establecer la siguiente división:
a) Voluntad absoluta, cuando Dios quiere alguna cosa sin ninguna condición, como la creación del mundo; y condicionada, cuando lo quiere con alguna condición, como la salvación de un pecador si hace penitencia o se arrepiente.
b) Voluntad antecedente es la que Dios tiene en torno a una cosa en sí misma o absolutamente considerada (v. gr., la salvación de todos los hombres en general), y voluntad consiguiente es la que tiene en torno a una cosa revestida ya de todas sus circunstancias particulares y concretas (v. gr., la condenación de un pecador que muere impenitente).
c) Voluntad de signo y voluntad de beneplácito. Ésta es la que más nos interesa aquí. He aquí cómo las expone el P. Garrigou-Lagrange:
“Se entiende por voluntad divina significada (o voluntad de signo) ciertos signos de la voluntad de Dios, como los preceptos, las prohibiciones, el espíritu de los consejos evangélicos, los sucesos queridos o permitidos por Dios. La voluntad divina significada de ese modo, mayormente la que se manifiesta en los preceptos, pertenece al dominio de la obediencia. A ella nos referimos, según Santo Tomás (1, 19, 11), al decir en el Padrenuestro: Fiat voluntas tua.
La voluntad divina de beneplácito es el acto interno de la voluntad de Dios aún no manifestado ni dado a conocer. De ella depende el porvenir todavía incierto para nosotros: sucesos futuros, alegrías y pruebas de breve o larga duración, hora y circunstancias de nuestra muerte, etc. Como observa San Francisco de Sales (Amor de Dios l.8 c.3; l.9 c.6), y con él Bossuet (États d’oraison 1, 8, 9), si la voluntad significada constituye el dominio de la obediencia, la voluntad de beneplácito pertenece al delabandono en las manos de Dios. Como largamente diremos más tarde, ajustando cada día más nuestra voluntad a la de Dios significada, debemos en lo restante abandonarnos confiadamente en el divino beneplácito, ciertos de que nada quiere ni permite que no sea para el bien espiritual y eterno de los que aman al Señor y perseveran en su amor”.
Estas últimas palabras del P. Garrigou expresan la naturaleza íntima de la perfecta conformidad con la voluntad de Dios. Se trata efectivamente del cumplimiento íntegro, amoroso y entrañable de la voluntad significada de Dios a través de sus operaciones, permisiones, preceptos, prohibiciones consejos –que son, según Santo Tomás, los cinco signos de esa voluntad divina– y de la rendida aceptación y perfecta concordia con todo lo que se digne disponer por su voluntad de beneplácito.
2. Fundamento. – Como dice muy bien Lehodey, la conformidad perfecta, o santo abandono, tiene por fundamento la caridad. “No se trata aquí ya de la conformidad con la voluntad divina, como lo es la simple resignación, sino de la entrega amorosa, confiada yfilial, de la pérdida completa de nuestra voluntad en la de Dios, pues propio es del amor unir así estrechamente las voluntades. Este grado de conformidad es también un ejercicio muy elevado del puro amor, y no puede hallarse de ordinario sino en las almas avanzadas, que viven principalmente de ese puro amor”.
Ahora bien: ¿cuáles son los principios teológicos en que puede apoyarse esta omnímoda sumisión y conformidad con la voluntad de Dios?
El P. Garrigou-Lagrange señala los siguientes:
1.º  Nada sucede que desde toda la eternidad no lo haya Dios previsto y querido o por lo menos permitido.
2.º  Dios no puede querer ni permitir cosa alguna que no esté conforme con el fin que se propuso al crear, es decir, con la manifestación de su bondad y de sus infinitas perfecciones y con la gloria del Verbo encarnado, Jesucristo, su Hijo unigénito (1 Cor. 3, 23).
3.º  Sabemos que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, de aquellos que, según sus designios, han sido llamados” (Rom. 8, 28) y perseveran en su amor.
4.º  Sin embargo, el abandono en la voluntad de Dios a nadie exime de esforzarse en cumplir la voluntad de Dios significada en los mandamientos, consejos y sucesos, abandonándonos en todo lo demás a la voluntad divina de beneplácito por misteriosa que nos parezca, evitando toda inquietud y agitación.
3. Excelencia y necesidad. – Por lo que llevamos dicho, aparece clara la gran excelencia y necesidad de la práctica cada vez más perfecta del santo abandono en la voluntad de Dios.
“Lo que constituye la excelencia del santo abandono es la incomparable eficacia que posee para remover todos los obstáculos que impiden la acción de la gracia, para hacer practicar con perfección las más excelsas virtudes y para establecer el reinado absoluto de Dios sobre nuestra voluntad”.
El P. Piny escribió –como es sabido– una hermosa obrita para poner de manifiesto la excelencia de la vida de abandono en la voluntad de Dios. En ella prueba el insigne dominico que ésta es la vía que más glorifica a Dios, la que santifica más al alma, la menos sujeta a ilusiones, la que proporciona al alma mayor paz, la que mejor hace practicar las virtudes teologales y morales, la más a propósito para adquirir el espíritu de oración, la más parecida al martirio e inmolación de sí mismo y la que más asegura en la hora de la muerte.
La necesidad de entrar por esta vía puede demostrarse por un triple capítulo.
1.º  El derecho divino. – a) Somos siervos de Dios, en cuanto criaturas suyas. Dios nos creó, nos conserva continuamente en el ser, nos redimió, nos ha ordenado a Él como a nuestro último fin. No nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios (1 Cor. 6, 19).
b) Somos hijos y amigos de Dios: el hijo debe estar sometido a su padre por amor, y la amistad produce la concordia de voluntades: idem velle et rolle.
2.º  Nuestra utilidad, por la gran eficacia santificadora de esta vía. Ahora bien: la santidad es el mayor bien que podemos alcanzar en este mundo y el único que tendrá una inmensa repercusión eterna. Todos los demás bienes palidecen y se esfuman ante él.
3.º  El ejemplo de Cristo. – Toda la vida de Cristo sobre la tierra consistió en cumplir la voluntad de su Padre celestial. “Al entrar en el mundo dije: He aquí que vengo para hacer, Dios mío, tu voluntad” (cf. Hebr. 10, 5-7). Durante su vida manifiesta continuamente que está pendiente de la voluntad de su Padre celestial: “Me conviene estar en las cosas de mi Padre” (Lc. 2, 49); “Yo hago siempre lo que a Él le agrada” (Jn 8, 29); “Ésta es mi comida y mi bebida” (Jn. 4, 34); “Éste es el mandato que he recibido de mi Padre” (Jn. 10, 18); “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22, 42).
A imitación de Cristo, ésta fue toda la vida de María: “he aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1, 38), y la de todos los santos: “mira y obra conforme al ejemplar” (Ex. 25, 40).
4. Modo de practicarla. – En sus líneas fundamentales, ya lo hemos indicado más arriba. Hay que conformarse, ante todo,con la voluntad de Dios significada, aceptando con rendida sumisión y esforzándose en practicar con entrañas de amor todo lo que Dios ha manifestado que quiere de nosotros a través de los preceptos de Dios y de la Iglesia, de los consejos evangélicos, de los votos y de las reglas, si somos religiosos; de las inspiraciones de la gracia en cada momento. Y hemos de abandonarnos enteramente, con filial confianza, a los ocultos designios de su voluntad de beneplácito, que, de momento, nos son completamente desconocidos; nuestro porvenir, nuestra salud, nuestra paz o inquietudes, nuestros consuelos o arideces, nuestra vida corta o larga. Todo está en manos de la Providencia amorosa de nuestro buen Dios, que es, a la vez, nuestro Padre amantísimo: que haga lo que quiera de nosotros en el tiempo y en la eternidad.
Esto es lo fundamental en sus líneas generales. Pero para mayor abundamiento, vamos a concretar un poco más la manera de practicar esta santa conformidad y abandono en las principales circunstancias que se pueden presentar en nuestra vida.
A) Con relación a la voluntad significada. – De cinco maneras, dice Santo Tomás (1, 19, 12), se nos manifiesta o significa la voluntad de Dios:
1.ª  Haciendo algo directamente y por sí mismo: Operación.
2.ª  Indirectamente, o sea, no impidiendo que otros lo hagan: Permisión.
3.ª  Imponiendo su voluntad por un precepto propio o de otros: Precepto.
4.ª  Prohibiendo en igual forma lo contrario: Prohibición.
5.ª  Persuadiendo la realización u omisión de algo: Consejo.
El Doctor Angélico advierte (ibid.) que la operación y el permiso se refieren al presente; la operación al bien, y el permiso al mal. Los otros tres modos se refieren al futuro en la siguiente forma: el precepto, al bien futuro necesario; la prohibición, al mal futuro, que es obligatorio evitar, y el consejo, a la sobreabundancia del bien futuro. No cabe establecer una división más perfecta y acabada.
Examinemos ahora brevemente los principales modos de conformarnos con cada una de esas manifestaciones de la voluntad de Dios significada:
1.º  Operación”. – Dios siempre quiere positivamente lo que hace por sí mismo, porque siempre se refiere al bien y siempre está ordenado a su mayor gloria. A este capítulo pertenecen todos los acontecimientos individuales, familiares y sociales, que han sido dispuestos por Dios mismo y no dependen de la voluntad de los hombres. Unas veces esos acontecimientos son dulces, y nos llenan de alegría; otras son amargos, y pueden sumirnos en la mayor tristeza, si no vemos en ellos la mano amorosísima de Dios que ha dispuesto aquello para su gloria y nuestro mayor bien. Una enfermedad providencial puede arrojar en brazos de Dios a un alma extraviada. Todo lo que el Señor dispone es bueno y óptimo para nosotros, aunque de momento pueda causarnos gran tristeza o dolor. Ante estos acontecimientos prósperos o adversos, individuales o familiares, que nos vienen directamente de la mano de Dios, sin intervención alguna de los hombres (v. gr., accidentes imprevistos, enfermedades incurables, muerte de familiares o amigos, etc.), sólo cabe una actitud cristiana: fiat voluntas tua (hágase tu voluntad). Si el amor de Dios nos hace rebasar la simple resignación –que es virtud muy imperfecta– y lanzamos, aunque sea a través de nuestras lágrimas, una mirada al cielo llena de reconocimiento y gratitud (Te Deum... Magnificat...) por habernos visitado con el dolor, habremos llegado a la perfección en la vía del abandono y de perfecta conformidad con la voluntad de Dios.
2.º  Permisión. – Dios nunca quiere positivamente lo que permite, porque se refiere a un mal, y Dios no puede querer el mal. Pero su infinita bondad y sabiduría sabe convertir en mayor bien el mismo mal que permite, y por esto precisamente lo permite. El mayor mal y el más grave desorden que se ha cometido jamás fue la crucifixión de Jesucristo, y Dios supo ordenarla al mayor bien que ha recibido jamás la humanidad pecadora: su propia redención.
¡Qué mirada tan corta y qué funesta miopía la nuestra cuando en los males que Dios permite que vengan sobre nosotros nos detenemos en las causas segundas o inmediatas que los han producido y no levantamos los ojos al cielo para adorar los designios de Dios, que las permite para nuestro mayor bien! Burlas, persecuciones, calumnias, injusticias, atropellos, etc., etc., de que somos víctimas son, ciertamente, pecados ajenos, que Dios no puede querer en sí mismos, pero los permite para nuestro mayor bien. ¿Cuándo sabremos remontarnos por encima de las causas segundas para ver en todo ello la providencia amorosa de Dios, que nos pide no la venganza o el desquite, sino el amor y la gratitud por ese beneficio que nos hace? En la injusticia de los hombres hemos de ver la justicia de Dios, que castiga nuestros pecados, y hasta su misericordia, que nos los hace expiar.
3.º  Precepto”. – Ante todo y sobre todo es preciso conformarnos con la voluntad de Dios preceptuada: “porque antes pasarán el cielo y la tierra que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla” (Mt. 5, 18). Sería lamentable extravío y equivocación tratar de agradar a Dios con prácticas de supererogación inventadas y escogidas por nosotros, y descuidando los preceptos que Él mismo nos ha impuesto directamente o por medio de sus representantes. Mandamientos de Dios y de la Iglesia, preceptos de los superiores, deberes del propio estado: he ahí lo primero que tenemos que cumplir hasta el detalle si queremos conformarnos plenamente con la voluntad de Dios manifestada. Tres son nuestras obligaciones ante esos preceptos: a) conocerlos: “no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor” (Ef. 5, 17); b) amarlos: “por eso yo amo tus mandamientos más que el oro purísimo” (Sal. 118, 127), y c) cumplirlos: “porque no todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos” (Mt. 7, 21).
4.º  Prohibición”. – El primer paso y el más elemental e indispensable para conformar nuestra voluntad con la de Dios ha de ser evitar cuidadosamente el pecado que le ofende, por pequeño que sea o parezca ser. “Pecado muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él. ¡Cuánto más que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo que nos está mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado y como quien dice: Señor, aunque os pese, esto haré; ya veo que lo veis y sé que no lo queréis y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no vuestra voluntad. Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo parece por leve que sea la culpa, sino mucho muy mucho”. Nada se puede añadir a estas juiciosas palabras de Santa Teresa.
Pero puede ocurrir que, a pesar de nuestros esfuerzos, incurramos en alguna falta y acaso en un pecado grave. ¿Qué debemos hacer en estos casos? Hay que distinguir en toda falta dos aspectos: la ofensa de Dios y la humillación nuestra. La primera hay que rechazarla con toda el alma; nunca la deploraremos bastante, por ser el único mal verdaderamente digno de lamentarse. La segunda, en cambio, hemos de aceptarla plenamente, gozándonos de recibir en el acto ese castigo que empieza a expiar nuestra falta: “bien me ha estado ser humillado, para aprender tus mandamientos” (Sal. 118, 71). Hay quien, al arrepentirse de sus pecados, lamenta más la humillación que le han acarreado (v. gr., ante el confesor) que la misma ofensa de Dios. ¿Cómo es posible que una contrición tan humana produzca verdaderos frutos sobrenaturales?
5.º  Consejo”. – El alma que quiera practicar en toda su perfección la tal conformidad con la voluntad de Dios ha de estar pronta a practicar los consejos evangélicos –al menos en cuanto a su espíritu, si no es persona consagrada a Dios por los votos religiosos– y a secundar los movimientos interiores de la gracia que le manifiesten lo que Dios quiere de ella en un momento determinado. (Para ver esto en detalle consulte: Fidelidad a la gracia).
B) Con relación a la voluntad de beneplácito. – Los designios de Dios en su voluntad de beneplácito nos son –decíamos– enteramente desconocidos. No sabemos lo que Dios tiene dispuesto sobre nuestro porvenir o el de los seres queridos. Pero sabemos ciertamente tres cosas: a) que la voluntad de Dios es la causa suprema de todas las cosas; b) que esa voluntad divina es esencialmente buena y benéfica, y c) que todas las cosas prósperas o adversas que puedan ocurrir contribuyen al bien de los que aman a Dios y quieren agradarle en todo. ¿Qué más podemos exigir para abandonarnos enteramente al beneplácito de nuestro buen Dios con la misma confianza filial que un niño pequeño en brazos de su madre?
Es la santa indiferencia, que recuerda San Ignacio en el “principio y fundamento” de sus Ejercicios como disposición básica y fundamental de toda la vida cristiana: “Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido; de tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”.
Pero es preciso entender rectamente esta indiferencia para no dar en los lamentables extravíos del quietismo y sus derivados. Examinemos cuidadosamente su fundamento, su naturaleza y su extensión.
a) Fundamento. – La santa indiferencia se apoya en aquellos tres principios teológicos que acabamos de recordar, que son su fundamento inconmovible. Es evidente que si la voluntad divina es la causa suprema de todo cuanto ocurre, y ella es infinitamente buena, santa, sabia, poderosa y amable, la conclusión se impone: cuanto más se conforme y coincida mi voluntad con la de Dios, tanto más buena, santa, sabia, poderosa y amable será. Nada malo puede ocurrirme con ello, pues los mismos males que Dios permita que vengan sobre mí contribuirán a mi mayor bien si sé aprovecharme de ellos en la forma prevista y querida por Dios.
b) Naturaleza– Para precisar la naturaleza y verdadero alcance de la santa indiferencia hay que tener en cuenta tres principios fundamentales:
1.º  Su finalidad es que el hombre se entregue totalmente a Dios saliendo de sí mismo. No se trata de un encogimiento de hombros estoico e irracional ante lo que pueda ocurrirnos, sino del medio más eficaz para que nuestra voluntad se adhiera fuertemente a la de Dios.
2.º  Esta indiferencia se entiende solamente según la parte superior del alma. Porque, sin duda alguna, la parte inferior o inclinación natural –voluntas ut natura, como dicen los teólogos– no puede menos de sentir y acusar los golpes del infortunio o la desgracia. Sería tan imposible pedirle a la sensibilidad que no sienta nada ante el dolor como decirle a una persona que acaba de encontrarse con un león amenazador: no tengas miedo. No es posible dejarlo de tener (San Francisco de Sales). De donde no hay que turbarse cuando se siente la repugnancia de la naturaleza, con tal de que la voluntad quiera aceptar aquel dolor como venido de la mano de Dios, a pesar de todas las protestas de la sensibilidad inferior. Éste es exactamente el ejemplo que nos dio Nuestro Señor Jesucristo, quien por una parte deseaba ardientemente su pasión –“quomodo coarctor!”... (Lc. 12, 50), “desiderio desideravi”... (Lc. 22, 15)– y por otra parte acusaba el dolor de la parte sensible: “Me muero de tristeza”... (Mt. 26, 38): “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt. 27, 46). Y cuando San Juan de la Cruz lanzaba su heroica exclamación: “padecer, Señor, y ser despreciado por vos”, o Santa Teresa su “o morir o padecer”, o Santa Magdalena de Pazzi su “no morir, sino padecer”, es evidente que no lo decían según la parte inferior de su sensibilidad –pues eran de carne y hueso, como todos los demás–, sino únicamente según su voluntad superior, que querían someter totalmente al beneplácito divino a despecho de todas las protestas de la naturaleza sensible.
3.º  Esta indiferencia, finalmente, no es meramente pasiva, sino verdaderamente activa, aunque determinada únicamente por la voluntad de Dios. En los casos en que esta voluntad divina aparece ya manifestada (voluntad de signo), la voluntad del hombre se lanza a cumplirla con generosidad rápida y ardiente. Y en los que la divina voluntad no se ha manifestado todavía (voluntad de beneplácito) está en estado de perfecta disponibilidad para aceptarla y cumplirla apenas se manifieste.
Esta indiferencia, pues, nada tiene que ver con la quietud ociosa e inactiva que soñaron los quietistas, justamente condenada por la Iglesia.
c)  Extensión– “La indiferencia –dice San Francisco de Sales– se ha de practicar en las cosas referentes a la vida natural, como la salud, la enfermedad, la hermosura, la fealdad, la flaqueza, la fuerza; en las cosas de la vida social, como los honores, categorías y riquezas; en los diversos estados de la vida espiritual, como las sequedades, consuelos, gustos y arideces; en las acciones, en los sufrimientos y, en fin, en toda clase de acontecimientos o circunstancias”.
En los capítulos siguientes describe maravillosamente el santo obispo de Ginebra cómo haya de practicarse esta indiferencia y omnímodo abandono en las más difíciles circunstancias: en las cosas del servicio de Dios, cuando Él permite el fracaso después de haber hecho por nuestra parte todo cuanto podíamos; en nuestro adelantamiento espiritual, cuando, a pesar de todos nuestros esfuerzos, parece que no adelantamos nada; en la permisión de los pecados ajenos, que hemos de odiar en sí mismos, pero adorando a la vez la divina permisión, que no los permite jamás sino para sacar mayores bienes; en nuestras propias faltas, que hemos de odiar y reprimir, pero aceptando a la vez la humillación que nos reportan y doliéndonos de ellas con un “arrepentimiento fuerte, sereno, constante y tranquilo, pero no inquieto, turbulento ni desalentado”, etc., etc. Es preciso leer despacio esas preciosas páginas, llenas de delicadas sugerencias e ingeniosas comparaciones, que constituyen como el código fundamental que han de tener en cuenta las almas en su vida de abandono a la divina voluntad.
Una última cuestión: ¿Hay que llegar en este omnímodo abandono a hacerse indiferente a la propia salvación, como decían los quietistas y semiquietistas? De ninguna manera. Este delirio y extravío está expresamente condenado por la Iglesia. Dios quiere que todos los hombres se salven (1 Tim. 2, 4), y solamente permite que se condenen los que voluntariamente se empeñan en ello conculcando sus mandamientos y muriendo impenitentes. Renunciar a nuestra propia salvación con el pretexto de practicar con mayor perfección el abandono total en manos de Dios sería oponernos a la voluntad misma de Dios, que quiere salvarnos, y al apetito natural de nuestra propia felicidad, que nos viene del mismo Dios a través de la naturaleza. Lo único que se debe hacer es desear nuestra propia salvación, no sólo ni principalmente porque con ella alcanzaremos nuestra felicidad, sino ante todo porque Dios lo quiere, y con ella le glorificaremos con todas nuestras fuerzas. El motivo de la gloria de Dios ha de ser el primero, y debe prevalecer por encima del de nuestra propia felicidad, pero sin renunciar jamás a esta última, que entra plenamente –aunque en segundo lugar– en el mismo querer y designio de Dios.
5.  Frutos y ventajas de la vida de abandono en Dios. – Son inestimables los frutos y ventajas de la vida de perfecto abandono en la amorosa providencia de Dios. Aparte de los ya señalados al hablar de su excelencia, merecen recordarse los siguientes:
1.º  Nos hace llevar una vida de dulce intimidad con Dios, como el niño en brazos de su madre.
2.º  El alma camina con sencillez y libertad; no desea más que lo que Dios quiera.
3.º  Nos hace constantes y de ánimo sereno a través de todas las situaciones: Dios lo ha querido así.
4.º  Nos llena de paz y de alegría: nada puede sobrevenir capaz de alterarlas, pues sólo queremos lo que Dios quiera.
5.º  Nos asegura una muerte santa y un gran valimiento delante de Dios: en el cielo, Dios cumplirá la voluntad de los que hayan cumplido la de Él en la tierra.
(Fuente: "Teología de la perfección cristiana" - A. Royo Marín. BAC.)

(Meditaciones del libro "Preparación para la muerte",
de San Alfonso María de Ligorio,
Doctor de la Iglesia)
PUNTO 1
Todo el fundamento de la salud y perfección de nuestras almas consiste en el amor de Dios. “Quien no ama está en la muerte. La caridad es el vínculo de la perfección” (1 Jn. 3, 14; Col. 3, 14). Mas la perfección del amor es la unión de nuestra propia voluntad con la voluntad divina, porque en esto se cifra –como dice el Areopagita– el principal efecto del amor, en unir de tal modo la voluntad de los amantes, que no tengan más que un solo corazón y un solo querer.
En tanto, pues, agradan al Señor nuestras obras, penitencias, limosnas, comuniones, en cuanto se conforman con su divina voluntad, pues de otra manera no serían virtuosas, sino viciosísimas y dignas de castigo.
Esto mismo, muy especialmente, nos manifestó con su ejemplo nuestro Salvador cuando del Cielo descendió a la tierra. Esto, como enseña el Apóstol (Hech. 10, 5-7), dijo el Señor al entrar en el mundo: “Vos, Padre mío, habéis rechazado las víctimas ofrecidas por el hombre, y queréis que os sacrifique con la muerte este Cuerpo que me habéis dado. Cúmplase vuestra divina voluntad”. Y lo mismo declaró muchas veces, diciendo (Jn. 6, 38) que no había venido sino para cumplir la voluntad de su Padre.
Con lo cual quiso patentizarnos el infinito amor que al Padre tiene, puesto que vino a morir para obedecer el divino mandato (Jn. 14, 31). Dijo, además (Mt. 12, 50), que reconocería por suyos únicamente a los que cumplieran la voluntad de Dios, y por esta causa el único fin y deseo de los Santos en todas sus obras ha sido el cumplimiento de ella. El Beato Enrique Susón exclama: “Preferiría ser el gusano más vil de la tierra, por voluntad de Dios, que ser por la mía un serafín”.
Santa Teresa dice que lo que ha de procurar el que se ejercita en oración es conformar su voluntad con la divina, y que en eso consiste la más encumbrada perfección, de tal suerte, que quien en ello sobresaliere recibirá de Dios más altos dones y adelantará más en la vida interior.
Los bienaventurados en la gloria aman a Dios perfectamente, porque su voluntad está unida y conforme por completo con la voluntad divina. Así, Jesucristo nos enseñó que pidiéramos la gracia de cumplir en la tierra la voluntad de Dios como los Santos en el Cielo. Fiat voluntas tua, sicut in coelo, et in terra.
Quien así lo hiciere, será hombre según el corazón de Dios, como llamaba el Señor a David, porque éste se hallaba dispuesto siempre a cumplir lo que Dios quería, y continuamente le suplicaba que le enseñase a ponerlo por obra (Sal. 142, 10).
¡Cuánto vale un solo acto de perfecta resignación a lo que Dios dispone! Bastaría para santificarnos... Va Pablo a perseguir a la Iglesia, y Cristo se le aparece y le ilumina y convierte con su gracia. El Santo se ofrece a cumplir lo que Dios le mande (Hch. 9, 6): “Señor, ¿qué quieres que haga?” Y Jesucristo le llama vaso de elección (Hch. 9, 15) y Apóstol de las gentes.
El que ayuna y da limosna y se mortifica por Dios, da una parte de sí mismo; pero el que entrega a Dios su voluntad, le da todo cuanto tiene. Esto es lo que Dios nos pide, el corazón, la voluntad (Pr. 23, 26).
Tal ha de ser, en suma, el blanco de nuestros deseos, de nuestras devociones, comuniones y demás obras piadosas, el cumplimiento de la voluntad divina. Éste debe ser el norte y mira de nuestra oración: el impetrar la gracia de hacer lo que Dios quiera de nosotros.
Para esto hemos de pedir la intercesión de nuestros Santos protectores, y especialmente de María Santísima, para que nos alcance luces y fuerzas, con el fin de que se conforme nuestra voluntad con la de Dios en todas las cosas, y sobre todo en las que repugnan a nuestro amor propio... Decía el Beato M. P. Ávila: “Más vale un ‘bendito sea Dios’, dicho en la adversidad, que mil acciones de gracias en los sucesos prósperos”. 
PUNTO 2
Menester es conformarnos con la voluntad divina, no sólo en las cosas que recibimos directamente de Dios, como son las enfermedades, las desolaciones espirituales, la pérdida de hacienda o de parientes, sino también en las que proceden sólo mediatamente de Dios, que nos la envía por medio de los hombres, como la deshonra, desprecios, injusticias y toda suerte de persecuciones. Y adviértase que cuando se nos ofenda en nuestra honra y se nos dañe en nuestra hacienda, no quiere Dios el pecado de quien nos ofende o daña, pero sí la humillación o pobreza que de ello nos resulta.
Cierto es, pues, que cuanto sucede, todo acaece por la divina voluntad. Yo soy el Señor que formó la luz y las tinieblas, y hago la paz y creo la desdicha (Is. 45, 7). Y en el Eclesiástico leemos: “Los bienes y los males, la vida y la muerte vienen de Dios”. Todo, en suma, de Dios procede, así los bienes como los males.
Llámanse males ciertos accidentes, porque nosotros les damos ese nombre, y en males los convertimos, pues si los aceptásemos como es debido, resignándonos en manos de Dios, serían para nosotros, no males, sino bienes. Las joyas que más resplandecen y avaloran la corona de los Santos son las tribulaciones aceptadas por Dios, como venidas de su mano.
Cuando supo el santo Job que los sabeos le habían robado los bienes, no dijo: “El Señor me lo dio y los sabeos me lo quitaron”, sino el Señor me los dio y el Señor me los quitó (Jb. 1, 21). Y diciéndolo, bendecía a Dios, porque sabía que todo sucede por la divina voluntad (Jb. 1, 21).
Los santos mártires Epicteto y Atón, atormentados con garfios de hierro y hachas encendidas, exclamaban: Señor, hágase en nosotros tu santa voluntad, y al morir, éstas fueron sus últimas palabras: “¡Bendito seas, oh Eterno Dios, porque nos diste la gracia de que en nosotros se cumpliera tu voluntad santísima!”.
Refiere Cesario (lib. 10, c. 6) que cierto monje, aunque no tenía vida más austera que los demás, hacía muchos milagros. Maravillado el abad, preguntóle qué devociones practicaba. Respondió el monje que él, sin duda, era más imperfecto que sus hermanos, pero que ponía especial cuidado en conformarse siempre y en todas las cosas con la divina voluntad. “Y aquel daño –replicó el abad– que el enemigo hizo en nuestras tierras, ¿no os causó pena alguna?” “¡Oh Padre! –dijo el monje–, antes doy gracias a Dios, que todo lo hace o permite para nuestro bien”, respuesta que descubrió al abad la gran santidad de aquel buen religioso.
Lo mismo debemos nosotros hacer cuando nos sucedan cosas adversas: recibámoslas todas de la mano de Dios, no sólo con paciencia, sino con alegría, imitando a los Apóstoles, que se complacían en ser maltratados por amor de Cristo. Salieron gozosos de delante del Concilio, porque habían sido hallados dignos de sufrir afrentas por el nombre de Jesús (Hch. 5, 41). Pues ¿qué mayor contento puede haber que sufrir alguna cruz y saber que abrazándola complacemos a Dios?...
Si queremos vivir en continua paz, procuremos unirnos a la voluntad divina y decir siempre en todo lo que nos acaezca: “Señor, si así te agrada, hágase así” (Mt. 11, 26). A este fin debemos encaminar todas nuestras meditaciones, comuniones, oración y visitas al Señor Sacramentado, rogando continuamente a Dios que nos conceda esa preciosa conformidad con su voluntad divina.
Y ofrezcámonos siempre a Él, diciendo: Vedme aquí, Dios mío; haced de mí lo que os agrade... Santa Teresa se ofrecía al Señor más de cincuenta veces diariamente, a fin de que dispusiese de ella como quisiera. 
PUNTO 3
El que está unido a la divina voluntad disfruta, aun en este mundo, de admirable y continua paz. “No se contristará el justo por cosa que le acontezca” (Pr. 12, 21), porque el alma se contenta y satisface al ver que sucede todo cuanto desea; y el que sólo quiere lo que quiere Dios, tiene todo lo que puede desear, puesto que nada acaece sino por efecto de la divina voluntad.
El alma resignada, dice Salviano, si recibe humillaciones, quiere ser humillada; si la combate la pobreza, complácese en ser pobre; en suma: quiere cuanto le sucede, y por eso goza de vida venturosa. Padece las molestias del frío, del calor, la lluvia o el viento, y con todo ello se conforma y regocija, porque así lo quiere Dios. Si sufre pérdidas, persecuciones, enfermedades y la misma muerte, quiere estar pobre, perseguido, enfermo; quiere morir, porque todo eso es voluntad de Dios.
El que así descansa en la divina voluntad y se complace en lo que el Señor dispone, se halla como el que estuviera sobre las nubes del cielo y viera bajo sus plantas furiosa tempestad sin recibir él perturbación ni daño. Ésta es aquella paz que –como dice el Apóstol (Fil. 4, 7)– supera a todas las delicias del mundo; paz continua, serena, permanente, inmutable. El necio se muda como la luna, el sabio se mantiene en la sabiduría como el sol (Ecl. 27, 12). Porque el pecador es mudable como la luz de la luna, que hoy crece y otros días mengua. Hoy le vemos reír; mañana, llorar; ora se muestra alegre y tranquilo; ora afligido y furioso. Cambia y varía, en fin, como las cosas prósperas o adversas que le suceden.
Pero el justo, como el sol, se mantiene en su ser con igualdad y constancia. Ningún acaecimiento le priva su dichosa tranquilidad, porque esa paz de que goza es hija de su conformidad perfecta con la voluntad de Dios. Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc. 2, 14).
Santa María Magdalena de Pazzi no bien oía nombrar voluntad de Dios, sentía consolación tan profunda, que se quedaba sumida en éxtasis de amor... Con todo, las facultades de nuestra parte inferior no dejarán de hacernos sentir algún dolor en las cosas adversas; pero en la voluntad superior, si está unida a la de Dios, reinará siempre profunda e inefable paz. Ninguno os quitará vuestro gozo (Jn. 16, 22).
Indecible locura es la de aquellos que se oponen a la voluntad de Dios. Lo que Dios quiere se ha de cumplir seguramente.¿Quién resiste a su voluntad? (Ro. 9, 19). De suerte que esos desventurados tienen por fuerza que llevar su cruz, aunque sin paz ni provecho. ¿Quién le resistió y tuvo paz? (Jb. 9, 4).
¿Y qué otra cosa desea Dios para nosotros sino nuestro bien? Quiere que seamos santos para hacernos felices en esta vida y bienaventurados en la otra. Penetrémonos de que las cruces que Dios nos envía cooperan a nuestro bien (Ro. 8, 28), y de que ni los mismos castigos temporales vienen para nuestra ruina, sino a fin de que nos enmendemos y alcancemos la eterna felicidad (Jdt. 8, 27).
Dios nos ama tanto, que no sólo desea nuestra salvación, sino que se muestra solícito para procurárnosla (Salmo 39, 18). ¿Y qué nos ha de negar quien nos dio a su mismo Hijo?... (Ro. 8, 32).
Abandonémonos, pues, siempre en manos de Dios, que jamás deja de atender a nuestro bien (1 Pe. 5, 7). “piensa tú en Mí –decía el Señor a Santa Catalina de Siena–, que Yo pensaré en ti”. Digamos siempre como la Esposa: Mi amado para mí, y yo para Él(Cant. 2, 16). Mi amado trata de mi bien, y yo no he de pensar más que en complacerle y unirme a su santa voluntad.
No debemos pedir, decía el santo Abad Nilo, que haga Dios lo que deseamos, sino que nosotros hagamos lo que Él quiera.
Quien así proceda tendrá venturosa vida y santa muerte. El que muere resignado por completo a la divina voluntad nos deja certeza moral de su salvación. Mas el que no vive así unido a la voluntad de Dios, tampoco lo estará al morir, y no se salvará.
Procuremos, pues, familiarizarnos con ciertos pasajes de la Sagrada Escritura, que sirven para conservarnos en esa unión incomparable: “Dime, Señor, lo que quieres que haga, pues yo deseo hacerlo” (Hch. 9, 6). “He aquí a tu siervo: manda y serás obedecido” (Lc. 1, 38). “Sálvame, Señor, y haz de mí lo que quieras. Tuyo soy, y no mío” (Sal. 118, 94).
Y cuando nos suceda alguna adversidad, digamos en seguida: “Hágase así, Dios mío, porque así lo quieres” (Mateo 11, 26). Especialmente, no olvidemos la tercera petición del Padrenuestro: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. Digámosla menudo, con gran afecto, y repitámosla muchas veces... ¡Dichosos nosotros si vivimos y morimos diciendo: Fiat voluntas tua!



fuente http://www.santisimavirgen.com.ar/voluntad_de_dios.htm

lunes, 3 de diciembre de 2012

El misterio de la eucaristia

Platica de Marino Restrepo sobre el misterio de la eucaristia.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Indulgencias para el Día de los Fieles Difuntos


 
Indulgencias para el Día de los Fieles Difuntos
Indulgencias para el Día de los Fieles Difuntos





DEL “ENCHIRIDION INDULGENTIARUM” DE S.S. PAULO VI


2 DE NOVIEMBRE - CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

Visitas a Iglesias u Oratorio:

Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que, el día en que se celebra la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, visiten piadosamente una iglesia u oratorio.
Dicha indulgencia podrá ganarse o en el día antes indicado o, con el consentimiento del Ordinario, el domingo anterior o posterior, o en la solemnidad de Todos los Santos.
En esta piadosa visita, se debe rezar un Padrenuestro y Credo.


1 AL 8 DE NOVIEMBRE:

Visitas al cementerio:

Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que visiten piadosamente un cementerio (aunque sea mentalmente) y que oren por los difuntos.


Para ganar una indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier pecado mortal o venial, hace falta cumplir tres condiciones:

  • Confesión sacramental 
  • Comunión Eucarística y
  • Oración por las intenciones del Papa.

    Las tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia, pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día rezando a su intención un solo Padrenuestro y un Avemaría; pero se concede a cada fiel la facultad de orar con cualquier fórmula, según su piedad y devoción.

    La indulgencia plenaria únicamente puede ganarse una vez al día, pero el fiel cristiano puede alcanzar indulgencia plenaria in artículo mortis, aunque el mismo día haya ganado otra indulgencia plenaria



  • Fuente Catholic.net
  • viernes, 21 de septiembre de 2012

    Informacion Verdadera/Falsa/A medias en Internet Conspiraciones y realidades

    En la actualidad la informacion que se dispone ha aunmentado en proporciones gigantescas, gracias a los medios electronicos como internet y la television, si embargo, la calidad de la misma se ha visto sumamente deteriorada, ya que el publicar mentiras, medias verdades, falacias, o conclusiones sin un minimo rigor ya no digo cientifico, si no de logica elemental ha echo que que pueda uno encontrar sobre todo en la red, una gran cantidad de informacion, la mayoria de ella basura, sin embargo, es necesario poder discernir, que de todo esto es verdad, y que parte no.

    Seria un error muy grave, hacer una division simplista de informacion verdadera y no verdadera, aunque al final de cuentas esta puedde ser una clasificacion cierta, al ser verdad o mentira, es necesario ver en la basura de informacion de internet, que cosas en si mismo son informacion verdadera, ya que muchas, veces muchas de las teorias que se presentan, tienen premisas reales, pero conclusiones falsas, tambien hay otras que parten de un argumento equivocado y conclusiones ezquizofrenicas.

    quizas la mejor manera de discernir, es todavia, llevando la informacion en la seriedad del metodo cientifico, en las materias que a esto se tenga competencia, y en las materias mas del pensamiento humano, la seriedad de los estudios, y no solo rumores y comentarios, o hits en internet, asi como el paso por la criba natural de la logica y la razon de manera sana.

    Asi pues puede hallarse en la internet mucha informacion sobre los iluminati, el nuevo orden mundial, los reptilianos, el proyecto HAARP, el proyecto blue bam etc

    Lo cierto es que en rigor de razon nadie ha mostrado a Rockefeller en forma de reptil comiendose un humano, ni a la reina Isabel de Inglaterra haciendo lo propio.
    Pero lo que si es posible comprobar es que si existe una elite, financiero politica, que agrupa unos cuantos por sus apellidos, en clubs selectos como Bilderberg, la comision trilateral, fondo monetario internacional, algunas relaciones en la ONU  y muchisimas relaciones politicas.

    Ademas algunos de los protagonistas y politicos, si tienen relaciones antepasadas y/o actuales con la masoneria, los iluminati, que son cosas distintas, aunque esta ultima infiltro a la primera.

    Y si es cierto que hay un proyecto de establecer un nuevo orden mundial, el cual seria implantado atravez de la ONU, y anunciado en 1990 por el entonces presidente de los EEUU George Bush, padre.

    En todo esto no hay que olvidar los temas financieros y petroleros, y las nuevas armas estrategicas, que mencionaremos en otros comentarios, pero que es necesario tener presente, asi como quien financia y por que cada bando en la nuevas guerras, estrategicas, provocadas artificalmente, con el objetivo de controlar fuentes de energia para un mayor control.

    Esos sueños locos de un solo estado mundial que controle todo no son nuevos el ultimo loco que pretendia un esta fascista que duraria mil años se llamaba Adolf Hitler.

    lunes, 10 de septiembre de 2012

    Los Tiempos de DIos y los tiempos de los hombres

    Los griegos, tenian 2 formas conceptuales de medir el tiempo Cuando hablamos de ” tiempo” en griego encontramos estas dos palabras: Cronos y Kairos. El tiempo secuencial y cronológico deriva de cronos. Es el tiempo humano, vital. El tiempo de Dios es Kairos y significa momento oportuno. El tiene un tiempo para cada cosa. Jesucristo era consciente de que había un calendario divino que controlaba los hechos de su vida ( Juan 7:6; 12:23,27; 13:1; 17:1 ).

    El tiempo cronoligico es en el que nos basamos todos los dias, sabemos a que hora esperamos suceda algo programado, tal fecha o tal acontecimiento, no nos escapamos de el por que vivimos atrapados en esta dimension espacio tiempo, fuera, del plano humano, el tiempo no existe, por lo que una insercion desde la eternidad, puede ser en cualquier parte de esa gran linea recta que es el tiempo coronologico.

    El Kairos, sin embargo es el tiempo de Dios, el tiempo oportuno donde el interviene, para guiar, influir o procurar algun acontecimiento que respetando la libertad humana, nos derive hacia un mejor camino, podria pensarse tambien como esa intervencion divina en la realidad humana producto de su divina providencia, digamos que el kairos es parte de eso.

    Veamos algunos ejemplos, cual fue el momento mejor para que se encarnara el hijo de Dios y viniera a la tierra a anunciar la buena nueva, indudablemente en el tiempo que fue, en la plenitud de los tiempos, podria alguien decir, no lo fue para Israel, no estaban preparados, por eso no lo reconocieron, pero visto en global, respecto al anuncio de la buena nueva, la prespectiva es otra, y los gentiles tambien entraron en el plan salvifico de Dios.

    Otro ejemplo mas acorde a nuestra cultura, es cuando era el mejor momento para la evangelizacion de america, indudablemente en la epoca que sucedio, ni antes ni despues, un siglo antes o varios hubiera sido impensable, españa luchaba contra la dominacion arabe y no hubiera estado preparada para la mision encomendada, o mas aun imaginense esa mision (de evangelizacion) en nuestros dias.

    Indudablemente Dios tiene su momento oportuno, de Gracia, bien lo dice el eclesiastes, hay un tiempo para cada cosa y un momento para hacerla bajo el cielo.

    miércoles, 22 de agosto de 2012

    Catesismo de la Iglesia Catolica, “DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS”


    PRIMERA PARTE
    LA PROFESIÓN DE LA FE


    SEGUNDA SECCIÓN:
    LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA


    CAPÍTULO SEGUNDO
    CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS


    ARTÍCULO 7
    “DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS”


    I. Volverá en gloria

    Cristo reina ya mediante la Iglesia ...

    668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcendente.

    669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf. Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf. Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

    670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf. 1 P 4, 7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).

    ... esperando que todo le sea sometido

    671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1 Co 15, 28), y "mientras no [...] haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).

    672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).

    El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel

    673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Ts 2, 3-12).

    674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a Jesús . San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).

    La última prueba de la Iglesia

    675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).

    676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando "los errores presentados bajo un falso sentido místico" "de esta especie de falseada redención de los más humildes"; GS 20-21).

    677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).

    II. «Para juzgar a vivos y muertos»

    678 Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Jl 3, 4; Ml 3,19) y a Juan Bautista (cf. Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno (cf. Mc 12, 38-40) y el secreto de los corazones (cf. Lc 12, 1-3; Jn 3, 20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11, 20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf. Mt 5, 22; 7, 1-5). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).

    679 Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22; cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2 Tm 4, 1). Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17) y para dar la vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; 12, 48); es retribuido según sus obras (cf. 1 Co 3, 12- 15) y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; 10, 26-31).

    Resumen

    680 Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este mundo. El triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal.

    681 El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia.

    682 Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia.

    lunes, 13 de agosto de 2012

    El mundo sin Cruz

    Tal parece que todas las modas que hay con respecto a metodos de superacion, de autoconocimiento, autocontrol, autoestima y otra serie de "herramientas para ser feliz", de la actualidad, llevan una fuerte carga de una concepcion de la vida ligth, sin mayores definiciones que el "YO lo puedo hacer", y sin mayores cargas que "no te preocupes, no eres responsable".
    A reserva de profundizar mas adelante hare un breve comentario sobre un curso que se publicita, como "Un curso de milagros". Este es un extracto de como se hacen propaganda.

    En el año 1965 la profesora de psicología Helen Schucman de la Universidad de Columbia en Nueva York oyó un dictado claro y distintivo de una voz interior identificándose como Jesucristo. Su dictado del Curso comenzó con las palabras: “Este es Un Curso De Milagros, por favor, tome nota”.

    El programa de entrenamiento espiritual Un Curso De Milagros es un plan de estudios de transformación en la realización del Ser. Presentado como un programa de auto estudio, la forma expuesta del Curso es un texto, un libro de ejercicios de lecciones diarias y un manual para el maestro.

    Un Curso de Milagros es una obra maestra de entrenamiento mental, diseñado impecablemente para catalizar en el individuo una experiencia de pensamiento no limitado por las restricciones del tiempo, del espacio o los principios de la correspondencia humana. Mediante la aplicaciones de las lecciones en el arte del perdón y la psicología de la auto-responsabilidad, somos despertados al recuerdo de nuestra Herencia Divina.    Hasta aqui

    Lo cierto es que utilizan algunas herramientas psicologicas que como toda gran mentira contienen mucho de verdad o medias verdades, pero que al ser eslabonadas, adecuadamente, permiten llegar a sofismas, conclusiones falsas o resultados de manipulacion como se quiera llamar, que con un poco de logica, de la que ahora no se enseña, por que se prefiere abordar la escuela del pensamiento critico, decia, con un poco de logica se puede dar uno cuenta de las falacias y desemascararlas.

    Por ejemplo una de las afirmaciones conclusivas sera que no hay que pedir perdon a Dios por que no lo hemos ofendido. Nuestras acciones no lo ofenden,

    Esto seria entendible si se hablara de una corriente, ideologia, escuela de pensamiento, que asi tuviera su cosmovision, de la realidad, pero alguien que se presenta como quien recibio un mensaje de Jesucristo, lo menos que se puede esperar es cierta congruencia con el pensamiento Cristiano, y aunque el curso esta lleno de palabras, mensajes, como Amor, Pensamiento, desapegar, liberarnos, al encuentro del amor etc, lo cierto es que lo unico en que coinciden es en las palabras, ni siquiera el significado.
    Pero si se va mas profundo es que independientemente de el Amor y la Misericordia de Dios que nos tiene a todas sus creaturas, Lo unico que inducen estas conclusiones, es despreciar el sacrificio de la Cruz y volverlo algo intrascendente, por lo tanto desconociendo y haciendo a un lado este la real naturaleza del cristianismo y del pensamiento humano, y queriendo vender una vision de la vida, sin el camino de la cruz.
    Clasico del new age.

    lunes, 11 de junio de 2012

    La libertad y otros actores (1)

    Frecuentemente se dejan oir en nuestros dias, conceptos referentes a la realidad, historica personal, que si tuvo, suerte, que si estaba destinado, que si no tenia otra opcion, que si es algo de otra vida etc. Estos conceptos, no dejan de ser un intento de explicacion de las cosas de la vida, o una evasion de la realidad y de las responsabilidades de cada uno. A diferencia de como muchos conceptualizan la historia no es ciclica, al menos no se puede conceptualizar asi si se contempla en este devenir, el concepto libre albedrio o la libertad humana llamandola de otra manera, si la historia fuera ciclica los eventos se repetirian inefablemente y no importaria nuestra libertad, podemos eso si, cometer los mismos errores del pasado y causar las mismas consecuencias, pero esto es por ignorancia o voluntad de hacerlo, pero de todas maneras nunca seria exactamente igual. La realidad es que la historia personal de cada quien se teje de una manera muy compleja, en la que intervienen muchos factores, pero que fundamentalmente la componen, la libertad humana, la providencia de Dios, los angeles buenos y malos y los factores externos negativos o positivos. Esto es lo que hace que cada punto de cada accion de nuestra vida sea una desicion constante, a veces conciente a veces no, pero que va construyendo la historia personal de cada quien en el libro de la vida. Esta combinacion va entretejiendo, los actos de nuestra vida, que van formando la historia personal, cada uno de los factores con una influencia, profunda, pero todos limitados a la libertad humana, salvo casos muy excepcionales, es la libertad humana la que a final de cuentas incide en esta construccion de los aspectos de nuestra vida. Es decir la libertad humana es el punto principal de las acciones que dia con dia realizamos, solo que podemos estar consiente o de esto o incluso ya influenciados por el entorno, podemos dar respuestas automaticas, sin pensar y decidir, pero si ejerciendo la voluntad. ...

    domingo, 15 de abril de 2012

    Domingo del Señor de la Divina Misericordia

    Domingo de la Divina Misericordia La Fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer Domingo después del Domingo de Pascua Domingo de la Divina Misericordia La Fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer Domingo después del Domingo de Pascua. Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo. Antecedentes Una devoción especial se comenzó a esparcir por el mundo entero a partir del diario de una joven monja polaca en 1930. El mensaje no es nada nuevo, pero nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas Escrituras y la tradición: que Dios es misericordioso y que perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y debemos perdonar. Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje toma un enfoque poderoso que llama a las personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor ilimitado de Dios y la disponibilidad de este Amor a todos – especialmente a los más pecadores. El mensaje y la devoción a Jesús como la Divina Misericordia esta basada en los escritos de la Santa María Faustina Kowalska, una monja polaca sin educación básica que, en obediencia a su director espiritual, escribió un diario de alrededor de 600 páginas que relatan las revelaciones que ella recibió sobre la Misericordia de Dios. Aún antes de su muerte en 1938 se comenzó a esparcir la devoción a la Divina Misericordia. El mensaje de Misericordia es que Dios nos Ama – a todos- no importa cuan grande sean nuestras faltas. Él quiere que reconozcamos que Su Misericordia es más grande que nuestros pecados, para que nos acerquemos a Él con confianza, para que recibamos su Misericordia y la dejemos derramar sobre otros. De tal manera de que todos participemos de Su Gozo. Es un mensaje que podemos recordar tan fácilmente como un ABC. A — Pide su Misericordia. Dios quiere que nos acerquemos a Él por medio de la oración constante, arrepentidos de nuestros pecados y pidiéndole que derrame Su Misericordia sobre nosotros y sobre el mundo entero B — Sé misericordioso – Dios quiere que recibamos Su Misericordia y que por medio de nosotros se derrame sobre los demás C — Confía completamente en Jesús – Dios nos deja saber que las gracias de su Misericordia dependen de nuestra confianza. Mientras más confiemos en Jesús, más recibiremos. La Devoción a la Divina Misericordia Tener devoción a la Divina Misericordia requiere de una total entrega a Dios como Misericordia. Es una decisión que comprende en confiar completamente en Él, en aceptar su Misericordia con acción de gracias y de ser misericordioso como Él es Misericordioso. Las prácticas devocionales propuestas en el diario de la Santa Faustina están en completo acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y su raíz están firmemente en los Mensajes de los Evangelios de nuestro Señor Misericordioso. Estos propiamente comprendidos e implementados nos ayudan a crecer como genuinos seguidores de Cristo. Corazón Misericordioso Existen dos versos de las Escrituras que debemos tener en cuenta mientras nos involucramos en estas prácticas devocionales. 1. "Ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios mientras que si corazón está lejos de mí." (Is 29:13); 2. Bienaventurados los misericordiosos por que ellos alcanzarán misericordia " (Mt 5:7). Es irónico y hasta espantoso el hecho de que la mayoría de las personas religiosas de los tiempos de Cristo (personas que eran practicantes de su religión y que ansiosamente esperaban la venida del Mesías) no fueron capaces de reconocerlo cuando Él vino. Los fariseos, a los que Cristo les hablaba en la primera cita del evangelio mencionada anteriormente, eran muy devotos a las oraciones, reglas y rituales de su religión, pero al pasar de los años, estas prácticas externas eran tan importantes por ellas mismas que su verdadero significado se había perdido. Los fariseos efectuaban todos los sacrificios requeridos, decían las oraciones correctas, ayunaban con frecuencia y hablaban constantemente sobre Dios, pero nada de esto había tocado sus corazones. Como resultado no tenían ninguna relación con Dios, ellos no estaban viviendo de la forma que Él quería y no estaban preparados para la venida de Cristo. Cuando miramos a la imagen de nuestro Salvador Misericordioso, o dejamos lo que estamos haciendo a las tres de la tarde, o rezamos la coronilla de la Divina Misericordia – son estas cosas que nos están llevando más cerca a la verdadera vida sacramental de la Iglesia y dejamos que Cristo transforma nuestros corazones? ¿O solo se han convertido en hábitos religiosos? ¿En nuestras vidas diarias estamos convirtiéndonos más y más en personas de Misericordia? ¿O sólo estamos honrando la Misericordia de Dios con los labios? Viviendo el mensaje de la Misericordia Las prácticas devocionales reveladas a la Santa Faustina nos fueron dadas como "instrumentos de misericordia" por medio de los cuales el amor de Dios es derramado sobre todo el mundo, pero no son suficientes por sí solas. No es suficiente que nosotros colguemos la imagen de la Divina Misericordia en nuestros hogares, que recemos la Coronilla todos los días a las 3 de la tarde, y recibamos la Comunión el domingo después de la pascua. Nosotros debemos mostrarnos misericordiosos con nuestro prójimo. ¡Poner la Misericordia en acción no es una opción de la devoción a la Divina Misericordia sino un requisito! Nuestro Señor le habla estrictamente de esto a Santa Faustina: Exijo de ti obras de Misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. (Diario 742). Así como lo mandan los evangelios "Sean Misericordiosos así como su Padre en el Cielo es Misericordioso, " piden que seamos misericordiosos con nuestro prójimo "siempre y en todo lugar" parece imposible de cumplir pero el Señor asegura que es posible. " Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas. " (Diario 1074) ¿Cómo irradiamos la Misericordia de Dios a nuestro prójimo? Por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. "En estas tres formas" Él le dice a Sor Faustina " está contenida la plenitud de la misericordia" (Diario 742) Todos hemos sido llamados a practicar estas tres formas de misericordia, pero no todos somos llamados de la misma manera. Tenemos que preguntarle al Señor, quien comprende nuestras personalidades individuales y nuestra situación, que nos ayude a reconocer las diversas formas con que podemos poner en práctica Su Misericordia en nuestras vidas diarias. Pidiendo la Misericordia de nuestro Señor, confiando en su Misericordia, y viviendo como personas misericordiosas nos podemos asegurar que nunca escucharemos decir "Sus corazones están lejos de mí" sino más bien la hermosa promesa de " Bienaventurados los misericordiosos, ya que ellos obtendrán Misericordia". Fuente: ewtn.com Requisitos para celebrar la fiesta: Para celebrar esta Fiesta, deberíamos de comenzar una Novena a la Divina Misericordia, la Novena incluye intenciones especiales para cada día y concluye con la recitación de la coronilla de la Divina Misericordia. Celebración de la fiesta el primer domingo después del Domingo de Pascua, Venir al Señor con un corazón humilde y contrito, arrepentirse de todo pecado. Confiar firmemente en la Divina Misericordia del Señor. Confesarse (con un sacerdote) en ese día si es posible, de otra manera siete días antes o después según aprobación de la Iglesia. Recibir la Sagrada Eucaristía el día de la Fiesta.. Venerar la imagen de la Divina Misericordia. Ser misericordioso como Dios es misericordioso, practicar obras de misericordia, físicamente ayudando a otros o espiritualmente con oraciones de intercesión. Palabras del Santo Padre Juan Pablo II "Yo le doy gracias a la Divina Providencia porque he podido contribuir personalmente al cumplimiento de la Voluntad de Cristo, a través de la institución de la Fiesta de la Divina Misericordia. Yo rezo incesantemente para que Dios tenga misericordia de nosotros y del mundo entero." Santo Padre Juan Pablo II ( 7/6/97 ) Santuario de la Divina Misericordia, Cracow, Polonia. Palabras del Cardenal Macharski, Arzobispo de Cracow En su carta pastoral de la Cuaresma en 1985, el Cardenal Macharski señala que toda la Cuaresma debería de ser una preparación para la celebración del Misterio Pascual: Cristo crucificado y resucitado, quien es la misericordia encarnada. Este gran misterio de nuestra redención, el cual el Cardenal llama: "un acto del amor misericordioso de Dios," es celebrado no solamente durante la Semana Santa y en el Domingo de Pascua, pero a través de la temporada de la Cuaresma, y especialmente en la Día Octavo de Pascua, que Nuestro Señor le pidió a la Hermana Faustina para que se designase como la Fiesta de la Divina Misericordia. El Cardenal Macharski nos urge a usar la Cuaresma para prepararnos para esta gran fiesta, poniendo mas y mas confianza en la misericordia de Dios y poniendo la misericordia a la práctica a través de obras de misericordia. El también enfatiza la importancia de recibir el Sacramento de la Reconciliación durante la Cuaresma y pide que hagamos nuestra confesión antes del Domingo de la Misericordia, aun antes de la Semana Santa. Para aquellos que sienten que tienen que ir a la confesión el Domingo de la misericordia, seria muy bueno que siguiesen no solo este llamado del Cardenal Macharski, sino también el ejemplo de la Beata Faustina, quien hizo su confesión el Domingo antes de la Fiesta de la Misericordia. (Diario, 1072). Las entradas del diario al referirse a las palabras de Nuestro Señor con respecto a la confesión no dicen explícitamente que la confesión debe de recibirse ese mismo día, pero que la Sagrada Comunión tiene que recibirse en ese día. (Diario, 300, 699, 1109). Domingo de la Divina Misericordia en el Vaticano El Cardenal Angelini Fiorenzo celebró la Fiesta de la Divina Misericordia el Domingo 11 de Abril de 1999 por primera vez en la Basílica de San Pedro en Roma. Una gran multitud de devotos de la Divina Misericordia acudieron a las ceremonias. Divina Misericordia en todo el mundo Muchas Diócesis y parroquias celebran el Domingo de la Divina Misericordia de diferentes maneras. Algunas tienen una misa durante la hora de las tres de la tarde, "hora de la Misericordia"; otras tienen una Santa Hora de Adoración Eucarística, la cual generalmente incluye la recitación de la coronilla de la Divina Misericordia. La bendición de la imagen de Nuestro Señor Misericordioso y su veneración son con normalmente incluidas como parte de la la Misa o de la Hora Santa. Informen a su sacerdote de esta fiesta tan importante y compartan con el la devoción de la Divina Misericordia. Celebración personal de la Divina Misericordia Si tu no puedes atender una celebración organizada, hay muchas formas de celebrar personalmente, tal como rezar la Coronilla de la Divina Misericordia, leer las Sagradas Escrituras o leer selecciones del Diario de la Beata Hermana Faustina (Divina Misericordia en mi alma), especialmente textos referentes a la Fiesta. Algunos encuentran que es gran ayuda escuchar cassettes de enseñanzas e himnos sobre la Divina Misericordia. Otros miran vídeos sobre el mensaje de la Divina Misericordia y la vida de la Hermana Faustina. Ademas de esto deberíamos encontrar oportunidades para actos personales de misericordia. Propagación la Devoción a la Divina Misericordia Jesús le dijo a la Hermana Faustina: " Haz lo que esté en tu poder para propagar la Devoción a mi Misericordia y yo supliré cualquier cosa que te falte." Propaguemos esta devoción a través de folletos, diciéndole a otros acerca de ella, diciéndole al sacerdote local que celebre el Domingo de Misericordia en la parroquia, y por encima de todo siendo misericordioso con los demás para honrar la Misericordia de Dios. Visita la página Centro de Difusión de la Misericordia Divina

    jueves, 1 de marzo de 2012